El domingo, día como detrás de una cortina para el PP andaluz, el lema del congreso pasó de “Andalucía en el centro” a “el cambio ya está aquí”. El cambio es una palabra que han usado todos, una palabra barata. Hasta Chaves sigue diciendo que el cambio es el PSOE, como si sólo se tratara de la muda de su pelaje viejo. Si el PP quiere gobernar en Andalucía, no le bastará con enseñar esa palabra tatuaje, sino que tendrá que ir explicando ese cambio, no sólo con papeles, sino con hechos, andanzas. Ayer, Javier Arenas, con clavel en la solapa, y aun con todos los bolsillos llenos de diminutivos (otra afectación suya de este congreso) hizo en su discurso todo un programa de gobierno con revoluciones y demoliciones frente a la soberbia y la vagancia de Chaves y el talante (“talante detrás y delante”, dijo) de Zapatero. Si llega a presidente de la Junta, no vivirá en palacios con palcos en las alcobas y despachos alicatados de millones, no permitirá que la elecciones andaluzas coincidan con otra, sólo estará 8 años, comparecerá cada semana en el Parlamento para contestar a las preguntas de la oposición, limpiará a la administración de enchufados, saneará lo público, hará que la educación deje de producir parados en serie... Sólo le faltó decir, como Guerra, que a Andalucía no la va a conocer ni la madre que la parió. Recordé algo que mencionó Beneroso el sábado: cambiar personas, un partido por otro como sillas de sitio, no sirve para nada. El cambio tiene que hacer temblar todo el maderamen de esta Autonomía, porque para el maquillaje y el fregoteo por encima, ya está el PSOE. Lo que sigo sin entender es a qué clases de hipotecas tiene que atender a Arenas dentro de su partido para sacar, en medio de los problemas que nos asfixian y tras enumerar una larga ingeniería de soluciones para nuestro males, esas obsesiones curiles del aborto, el “adoctrinamiento” de EpC y otros eslóganes del cuerpo místico de la derecha.
Rajoy llegó como si lo persiguieran en un zoco y se sumó luego a las ganas de cambio aunque no se acordaba de los años que llevaba aquí el PSOE. No sé si Rajoy le conviene al PP andaluz, no sé si aún hace daño, porque quizá es todavía como el paraguas que se dejó olvidado Aznar. Lo presentaron con un vídeo en el que se le oía decir “he estado mucho por aquí”, pero a lo mejor ése es el problema. Ha sido un congreso de hambre de gobierno y de atornillamiento en ese centro que a veces se les ve y otras se les emborrona. Lo mejor, la participación de organizaciones sociales, ese soplo tan nuevo aquí, donde todo es partidismo orgánico y el ciudadano se limita a ser una máquina de votar cada cuatro años. Ahora queda que el cambio pase de intención a realidad. Y eso ya no es una fiesta, ni una coronación, sino un trabajo herrero inmenso como la misma Andalucía.
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