12 de marzo de 2009

Somos Zapping 8/03/2009

Quejíos. En la taranta de El Patillas, cante de minas, cante de ahogo y quinqué, no hemos visto esta vez la pena de nuestro pueblo encorvado, sino la vergüenza del cazo y del engorde de los alcaldones, con el vecindario en verbena de toreros. Todas las televisiones sacaban al alcalde de Alcaucín en su quejío y, antes o luego, a su pueblo aplaudiéndolo cuando la policía se lo llevaba como si los migueletes apresaran a un bandolero. En Alcaucín ha habido millones de gallinero y folclore de mulillas en un espectáculo penoso e incomprensible. ¿Somos pillos que veneramos siempre al príncipe de los ladrones del barrio, somos palmeros de cualquier poder que nos ponga un plato y un catre, somos esos pobres que han decidido que la honradez es un lujo? Pues ahí estaba, un pueblo como hecho sólo de cuñados, enchufados y convidados del bar, vitoreando a un cargo electo acusado de corrupción. Ya vimos los mismos vítores en la Marbella gilista, con el pueblo contento de ser robado a cambio de cuatro macetas más y cuatro putas menos en las calles y de las propinas de los gordos de allí. Ay, esa taranta... ¿Somos pobres de quejío y tizne, o una cena de pícaros viles como aquélla de Buñuel?


Mandamientos. La experiencia nos dice que los mitos y las supersticiones, para que estén tan arraigados que los que los fabrican puedan vivir de ellos, hay que inculcarlos a edades tempranas, antes de que se desarrolle el sentido crítico. Da igual en religión o en política. Miren lo primero a lo que atienden los nacionalismos más o menos pueblerinos o racistas: la escuela. Ikastolas o galescolas que vayan moldeando las mentes inocentes hacia sus interesadas esencias, nostalgias, paraísos, héroes y odios. No soporto ver a niños obligados por los mayores a participar en cosas que no entienden ni les corresponden. Así ocurrió en Andalucía directo, el fin de semana de nuestras glorias del 28-F, en un reportaje (“y usted, ¿se siente andaluz?”, rotulaban) sobre padres que llevaban a sus hijitos al Museo de la Autonomía. Allí les pintaban la cara de verde y blanco y unos payasetes los dirigían en un recorrido “por la historia de la consecución de la Autonomía”. Les habían hecho hasta jugar a “manifestarse”. A un chiquillo que dijo que lo que más le gustaba del Día de Andalucía era el desayuno mediterráneo en la escuela, la reportera le continuó insistiendo, pues aquello tenía poca carga identitaria: “¿Aparte de la comida, que es lo que más te gusta de Andalucía?”. “Pues las tradiciones, me gusta mucho la feria, la Semana Santa...”, contestó. “¿Pero tú te lo tienes estudiado, o es que te gusta de verdad?”, siguió. Me quedé anonadado. ¿Estudiado? ¿Es que hay ya un catecismo del andaluz, con el aceite, la feria y la Semana Santa entre sus mandamientos? Aquello terminó con la voz en off de la reportera y la imagen de una chiquilla china adoptada, que apenas hablaba, allí jugando: “Un 28-F que celebrará como una buena andaluza”. Pero peor fue el remate, ya desde el plató: “El ideal andaluz con andaluces ideales”. ¿Ideal andaluz? ¿Andaluces ideales? ¿Y quiénes son los no ideales? La perversa homogeneidad, qué miedo me da siempre. Buenos y malos andaluces según comulguen o no con el mito, el folclore, el sentimiento, el circo o el perol diseñados por el poder para que ellos y esta tierra se tomen por una misma cosa, para que luego Chaves y Canal Sur luzcan en el 28-F como nuestros padrecitos. Cómo aborrezco las patrias, sus ortodoxias, sus camelos, sus dueños, sus profetas, sus preceptores y sus floristas.


Innovación de la semana. Otra vez en Tecnópolis: “Un secuestro de bandoleros en plena sierra de Cádiz”. Teatrillo para turistas. ¿Cómo soportamos tanta modernidad?

1 comentario:

yinyang mason dijo...

Demasiado tiempo sin leer tu columna. Hay que ver todo lo que me he perdido...