Pepiño Blanco quizá ha sacado a unos ricos metafóricos, porque esta supuesta izquierda escaparatista no cuenta el dinero como dinero ni el pan como pan, sino que maneja símbolos, poemas, espiritismos. Quitarle al rico para darle al pobre, como en Sherwood, no es que sea una medida económica, científica, pensada tras muchas cuentas, sino una mera invocación a un dragón mítico, al dinero como maldad o amontonamiento históricos. En las palabras de Pepe Blanco lo que hay es ese joyerío metafórico que viene desde los fenicios pasando por las bancadas de Florencia, el dulce de Versalles, los patronos novecentistas, los zares con caja de música, los vaqueros del petrodólar y los capitalistas con peste a puro hasta terminar en el Pocero. Blanco y Zapatero no han contado los ricos, ni el dinero, ni el hambre, y creo que ni los parados. Sólo tienen la historia como dos bolsillos, como dos bocas, y las nanas de la cebolla y los agravios que salen tan fácil de eso. Nadie puede poner en duda que los que más tienen deben pagar más. Pero lo que Pepe Blanco parece decir es que basta con pinchar un poco a los duques que pasen en carroza para que coman los desempleados, cuando no es así. La ocurrencia de los 420 euros, de la que sólo midieron la propaganda, les quedó en gatillazo y ahora tienen que inventarse ricos con peluca que no hay, pero que les suena como siempre, a acto justiciero y sobre todo a izquierda cantante. Para hacer lo que quiere Zapatero, para que no lo linchen los parados a los que ha tomado ahora el pelo, habría que meter la mano en las rentas medias. Que lo diga así, pero que Pepiño no hable de “las rentas más altas” como si sólo fueran a desmantelar yates. Lo peor es que después de quitarles el oro de las cajitas de rapé a los que son ricos y darles un buen pellizco a los que no lo son, tampoco se solucionaría nada. Los ricos seguirían flotando y los parados hambreando con o sin sopa boba. Sacar ricos a ventearse hace verano, pero no soluciona la crisis. Para eso hace falta algo más que invocaciones y zurcidos.
31 de agosto de 2009
Los días persiguiéndose: Pepiño contra los ricos (24/08/2009)
Los ricos no dan para mucho, según dicen los números de Hacienda. Sirven, eso sí, para las crónicas de verano, ahora que se duchan con todo el mar, que gastan todo el sol en sus gafas y salen a la noche con un lujo de cisnes de hielo, caballos en poncheras y veleros derretidos en el bolsillo. Los ricos son vistosos y flotantes, merengados y siempre un poco horteras (el dinero es hortera), pero no tienen “potencia recaudadora” o algo así que llaman en los ministerios a lo que queda después de reunirlos en una barcaza y dejarlos con los impuestos cojos de anillos, aunque igual de ricos. Los ricos mueven las ruletas, pedalean el agua, meten pianos en el champán y hacen el baile veneciano del verano, pero aunque a los periódicos les llenen muchas páginas como con invitaciones de boda, el Estado consigue poco con ellos. La condecoración de rico parece que la ponen a partir de unos ingresos de 60.000 euros al año, pero eso representa menos del 4 por ciento de los contribuyentes, y ni quitándoles las muelas de oro hay aquí ricos suficientes para resarcir a los parados, hacer izquierda o lo que sea que quiere Pepiño Blanco.
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