Dicen que es recurso facha la crítica global a la corrupción de los partidos, pero a mí no me vale eso como argumento. El demócrata y el facha pueden incluso coincidir un día en el mismo cabreo, pero nunca en los mismos objetivos, y eso es lo que importa. Que los conseguidores, los comisionistas, los urdidores, pasean de los despachos de la Administración a los negocios; que el tráfico de influencias, el clientelismo, el amigoteo, el contrato a dedo, el rebañamiento, el pellizco al presupuesto y la comandita marisquera, todo eso gobierna y enmierda la vida pública, no es tópico sino realidad. Que nuestros tribunales, leyes y fiscalías no sirven para remediarlo, también. Ahora nos damos cuenta de que los cohechos y prevaricaciones requieren mentalismo o adivinación de los jueces, de que con la misma ley las anchoas de Revilla y los trajes de Camps pueden ser a la vez delito, no delito, “a-delito” o lo que sea que se inventen, según el evangelio o la inspiración legal a que se acojan. Chaves y su hija seguro que también pueden conceder y negociar millones nuestros durante sus sobremesas y escapar luego por la gatera de la teología judicial. Como en la historia o la religión, se diría que todo está pensado para que se pueda defender cualquier cosa y su contrario con el mismo libro y la misma fuerza, para que al final una casta casi sacerdotal decida arbitrariamente según el poder al que sirve y todavía diga muy alto: “Está escrito”. El mar nos devuelve ahora la sangre cuajada de nuestro mundo sucio junto con culos como calaveras, y creo que sólo hay sitio ya para el asco o el nihilismo. No arrojaremos a ese mar a los políticos y a los ropones. Seguiremos pensando que esto es una democracia mientras el verano nos apuñala como a delfines.
31 de agosto de 2009
Los días persiguiéndose: Arrojarlos al mar (6/08/2009)
Echen a los ropones y a los políticos al mar, a que los hiera la quilla de agosto, a que los besen las sirenas de fango y lujuria que amanecen en nuestras playas con las caderas como anclas. Agosto escupe sus letrinas, llegan a Doñana y a Sanlúcar los collares de mierda de los petroleros y los piratas, mientras los caballos sudan sol con vino y la política y la justicia se mezclan como arena y agua, apestando a algas muertas, a podredumbre cetácea. Es la gran tarea que no ha sabido manejar o acarrear aún esta democracia nuestra, coja como nunca, coja como un farero cojo en este verano de sed y llagas: la independencia de la justicia del poder político, separar las armadas que forman lo uno en lo otro. Hay sentencias con ideología o afiliación, hay afiliaciones o ideologías que vienen con la fiscalía puesta, hay tribunales con cuotas partidistas y hay partidos con capitanía en esos juzgados como castillos de popa. Una maldición se une a otra cuando a la corrupción política, de la que salen todos los negocios, todos los contratos, todos los ricos de España, se suma una justicia politizada, siempre sospechosa, escorada según la marea, como un paquebote. Estas dos lacras, la corrupción sistemática de la política y una justicia dependiente y lateral pesan demasiado para llevarlas a la vez que a tantos y variados muertos de este verano de la peste. Juguemos con conchas mientras todo se hunde, rocemos los pies y comamos nuestras propias manos mientras los peces se devoran según su tamaño, como manda la naturaleza. Nadie echará al mar a los ropones y a los políticos, a que se ahoguen en los sacos de su ajuar. ¿Qué nos quedaría entonces?
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