13 de febrero de 2010

Los días persiguiéndose: Petanca (11/02/2010)

En Cádiz se disfrazan ahora de moñas y de príncipes con ratones, hacen calabazas con el hambre, pero van echando ya en ánforas a los parados, que mueren con la daga de bronce en la mano. Los “parados con perspectiva” de Delphi son los últimos que se unirán a primos y antepasados para mirar el tiempo quieto, los horarios de las panaderías y del mus, el ciclorama del mar y sus viseras. Prejubilados sin reloj junto a desempleados que hablan con las palomas y los kiosqueros, así va quedando la Bahía de Cádiz, triste y paseada como una bajamar. Iban a ser informáticos o californianos, aviadores o fotovoltaicos, según nos decía la Junta. Pero serán cuentanubes, jubilatas a los 50 volando pandorgas, haciendo mandados, quemando tabaco y dejando cáscaras de pistachos en los bares. De “plan de futuro” y “gran oportunidad” hablaba Chaves, cuando Delphi cerraba pero en la Bahía de Cádiz iba a aterrizar pronto toda la tecnología del mundo como un lujo y un trabajo egipcios. Los airbuses, las piscifactorías, la bioagricultura, los antenismos, los marcianos que iban a dar tanto curro, ¿dónde están? Porque sólo vemos las mismas viejas anclas de la Bahía, con lo que tenían pegado ya huido, hundido o desguazado. Sólo quedan lectores del Diario, mirones de barquillas, hombres con la única tarea mañanera de su afeitado y su migotes.

José Loaiza, diputado del PP en Cádiz, ha dejado caer con razón e ironía que los de Delphi son “los prejubilados mejor formados de la historia”. Unos 200 millones se calcula que ha gastado la Junta en esos cursos para ponerlos en órbita o quizá sólo para no tenerlos por las plazoletas y los telediarios. Si hacemos caso a lo que nos decía la Junta, estos trabajadores podrían armar un portaviones, lanzar un satélite, programar un robot, exprimir el sol con motores, perfundir el viento en los cables, criar rodaballos en el Río San Pedro y poner ojos a una bacteria. Y esto aunque, de vez en cuando, se dedicaran a llevarlos al zoo a ver cómo la naturaleza acumula sus boñigas y pela sus plátanos, como ocurrió en Jerez; o a ponerles la película Gladiator para que se sintieran guerreros de su fiambrera. Todo ese conocimiento que se dedicará ahora a la petanca, todo ese dinero que servirá para que hagan, como el resto de parados de la Bahía, acuarelas con playa y melancolía... Dudo mucho que la Junta pensara de verdad que los trabajadores de Delphi fueran a acabar en salas blancas, entre obleas de silicio, con zumbidos electromotrices o peinándole la melena a la energía sostenible o a la naturaleza destilada. Creo que, más bien, se trataba de ganar tiempo e ir domando su ira, como intentó incluso desde dentro Antonio Pina, el presidente del Comité de Empresa de Delphi, que tan cínicamente santificaba la estrategia de distracción y amansamiento de la Junta y el PSOE con sus compañeros. Eso pretendían, mantenerlos callados, atareados y esperanzados. Los profesores, los ordenadores y hasta los tigres del zoo eran comedia, cartonaje, atrezo; dinero público invertido en que pasara la ventolera.

Jubilatas a los 50, diplomados en desempleo, ingenieros de parques y tasquitas. Así han acabado los huérfanos de Delphi, haciendo coro con los de Astilleros y con todos los parados de caña y esquina de esa Bahía harta ya de tanto orín sobre orín y petanca sobre petanca. Ahora Cádiz se disfraza de sus antepasados muertos, sus suegras coñonas y su pena con sombrero de loco. A veces creo que, cuando suelta papelillos, en realidad parece que llora.

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