José Loaiza, diputado del PP en Cádiz, ha dejado caer con razón e ironía que los de Delphi son “los prejubilados mejor formados de la historia”. Unos 200 millones se calcula que ha gastado la Junta en esos cursos para ponerlos en órbita o quizá sólo para no tenerlos por las plazoletas y los telediarios. Si hacemos caso a lo que nos decía la Junta, estos trabajadores podrían armar un portaviones, lanzar un satélite, programar un robot, exprimir el sol con motores, perfundir el viento en los cables, criar rodaballos en el Río San Pedro y poner ojos a una bacteria. Y esto aunque, de vez en cuando, se dedicaran a llevarlos al zoo a ver cómo la naturaleza acumula sus boñigas y pela sus plátanos, como ocurrió en Jerez; o a ponerles la película Gladiator para que se sintieran guerreros de su fiambrera. Todo ese conocimiento que se dedicará ahora a la petanca, todo ese dinero que servirá para que hagan, como el resto de parados de la Bahía, acuarelas con playa y melancolía... Dudo mucho que la Junta pensara de verdad que los trabajadores de Delphi fueran a acabar en salas blancas, entre obleas de silicio, con zumbidos electromotrices o peinándole la melena a la energía sostenible o a la naturaleza destilada. Creo que, más bien, se trataba de ganar tiempo e ir domando su ira, como intentó incluso desde dentro Antonio Pina, el presidente del Comité de Empresa de Delphi, que tan cínicamente santificaba la estrategia de distracción y amansamiento de la Junta y el PSOE con sus compañeros. Eso pretendían, mantenerlos callados, atareados y esperanzados. Los profesores, los ordenadores y hasta los tigres del zoo eran comedia, cartonaje, atrezo; dinero público invertido en que pasara la ventolera.
Jubilatas a los 50, diplomados en desempleo, ingenieros de parques y tasquitas. Así han acabado los huérfanos de Delphi, haciendo coro con los de Astilleros y con todos los parados de caña y esquina de esa Bahía harta ya de tanto orín sobre orín y petanca sobre petanca. Ahora Cádiz se disfraza de sus antepasados muertos, sus suegras coñonas y su pena con sombrero de loco. A veces creo que, cuando suelta papelillos, en realidad parece que llora.
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