25 de febrero de 2010

Los días persiguiéndose: Corazón (25/02/2010)

Tanta guerra y tanta subasta para que Griñán nos salga ahora con lo del corazón, el que dice él que tienen los andaluces, el que por lo visto le dan a su partido en un pañuelo, como si fuera el de un buey. Ya conocen la frase: “El andaluz cuando mete su voto en la urna mete su corazón y su corazón es socialista”. Ese corazón en rebanada que dejan los andaluces en la urna como merienda para el PSOE o como carta de amor de una monja rendida es más que una cursilería: es un insulto. Griñán no sabe nada de amor y creo que tampoco de democracia. Es muy mayor ya para ir seduciendo colegialas fingiendo que ve un verso detrás de sus tetitas (la colegiala es Andalucía), pero lo peor es que, si cree que los pueblos se casaron con los partidos para toda la vida como ante el Patriarca de Constantinopla, además es un político peligroso. Quizá lo que pasa es que Griñán es un político o un esposo muy antiguo, que enamora, rapta o viola una vez a la novia que es el pueblo y ya puede declarar que es suya ante los dioses, la eternidad y los vecinos. Eso de hacer a una doncella o a una tierra propiedad de uno con una lanzada en la cama es puro feudalismo, y estos socialistas con toda la pana y las rosas de su heráldica creo que van por ahí, aunque se las den de progres, modernos, igualitarios y, ahora, además, de románticos con una picha de nardo que nos enamora.

El corazón de los andaluces, pues, es socialista. Se la birlaron a un poeta o a un cadete, se la ganaron a un dragón o la adquirieron a cambio de camellas, pero en cualquier caso Andalucía les pertenece por amor, sometimiento o contrato. Las elecciones sólo sirven para que los andaluces vayan a darles su corazón, sus flores de mayo y su beso de esposa, renovando votos eternos. No sé si es muy socialdemócrata o poco hacer de unas elecciones este Corpus Christi de pequeñas novias con cestillo y homenaje, pero seguramente aquí no hay socialdemocracia ni nada y todo es un asunto de señores que exhiben sus conquistas y sus triunfos como piezas de una cacería o de una jornada de hipódromo o de una noche de cabaret. Yo me pregunto qué ocurre con los andaluces que no dejan al votar su corazón sumiso, abierto y húmedo para el hambre o la lujuria del PSOE. Sí, los que se atreven a no amarlos y votan a otros como si se lo hicieran con el butanero. Deben de ser andaluces adúlteros, traidores, zorrones (no sé la palabra que tendrá el PSOE para esto de que cada cual vote a quien quiera, pero seguro que tiene interjecciones y saliva y guantazos de marido). Serán andaluces sin corazón y eso significa no ser andaluz. Habría que lapidarlos o, al menos, cortarles las trenzas.

Entre enamorado y matarife, yo creo que ese corazón de su discursito le queda más bien carnicero a Griñán. O sea, que es como si le hubiéramos cogido en medio de la matanza de amor de un vampiro, desangrando a la democracia en el tálamo. Un demócrata no puede ir por ahí diciendo estas cosas que suenan a Hugo Chávez. No sé si Andalucía tiene corazón, o qué cosa pueda ser eso, pero desde luego no le pertenece a un partido como si fuera una vaca. No sé qué idilios, dotes o débitos conyugales se imaginan que tiene esta tierra con ellos, pero un partido que cree que su guapura les da para tener encoñada, subyugada y chuleada a Andalucía para siempre, desconoce lo que es la libertad y la democracia. Griñán hará ahora su congreso, que a lo mejor a él le parece que es casarse con Andalucía igual que un infante. Me da lo mismo, yo ya he perdido toda esperanza con esta gente. Mi corazón se ha desengañado y quiero el divorcio.

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