31 de julio de 2010

Los días persiguiéndose: Roja oscuridad (6/07/2010)

No busquen en las playas estatutos desplumados, portavoces cabreados, periódicos ardiendo, burkas bajo la ducha. Cuando el sol sienta su culo en nuestros muslos y el mar infla delfines de goma para los niños, la política parece una edad de hielo que se acaba de derretir dejando un lago. He paseado por la playa, un gran colchón de látex con la forma de los cuerpos, una toalla mojada envolviendo las cinturas, un reloj de arena de olas rodando por cada espalda, y he visto el mundo sin dinero y sin zapatos, sin noticias y sin partidos, sólo esa sensación cruda del aire y la tierra entre los dedos, de uno mismo convertido en una isla. A mí no me gusta en realidad la playa, es decir, no me gusta estar en la playa, especie de fregadero humano. Me aburro y me empano allí. Parece que me comen o me anidan caracoles marinos como en los cascos de los barcos naufragados. Y, sin embargo, he paseado por la playa, un poco de lejos, un poco mirón y un poco perdido, pensando que es como una quesera que resguarda luz, gotas y gente del resto de la vida; pensando también que quizá estaría bien sentirse por unos días sólo un girasol entre otros, atento únicamente a esa vitamina que entra por la piel, a la respiración de la naturaleza que te besa los párpados. Cerrar los ojos en esa oscuridad roja, viajar por dentro como mi sangre, quieto y vivo como una selva, sin nada más; o por el contrario, correr o rodar o mojarme como un chiquillo salvaje que desconoce lo seco, lo duro y lo dañino. Ser allí un ancla, o ser un cachorro, mientras muy lejos ocurren las cosas, se precipita el mundo, se encastillan las facciones, salen de sus fraguas los discursos con intención de hacha, cruje la política igual que los insectos bajo la madera o las lápidas. Sí, quizá estaría bien poder escapar de todo, nadar en la melena del sol mientras el resto de lo que pasa suena como cuando se está bajo el agua. Quizá estaría bien, si me fuera posible.

Paseo por la playa, cubazos de luz y azules me salpican, las chicas me miran a los ojos con sus pezones, un descanso de todo viene a saludarme como un perrillo mojado. Y me doy cuenta de que ya no podemos permitirnos la inocencia, de que ya no podemos permitirnos el verano. Más allá de esta playa, de este sol como una bola de helado, de esta carne y esta fruta que nos invitan a hundir en ellas la cabeza, están los desastres, las mentiras, los trileros. Ahora, cuando la política parece un invierno, es cuando no hay que ignorarla o nos consumirán la molicie y el sueño de las largas digestiones. Esta hora del planeta nos hace querer huir, olvidar, abandonarlo todo salvo la piel. Quién no ahogaría en el mar la crisis, las desgracias, el paro, sus culpables o sus vividores, y se tumbaría igual que un indio feliz y desnudo bajo una cascada. Pero qué hacer con el mundo de fuera, tan vasto y duro, que levanta la arena y nos hiere los ojos. Me marcho, al final, de la playa, donde la desgana me ha dado tibios lametones, tentadores y un poco asquerosos. Ahora tengo ganas de escribir, de protestar y de incordiar, sobre todo a los que nos han mantenido tanto tiempo en esta playa con la que, ahora que caigo, seguramente me quería referir a Andalucía. No descansen más que lo justo, no sesteen en la roja oscuridad de esta paz estancada y falsa. Pateen los castillos de arena, manden a tomar por culo esa felicidad idiota de cubito y de palita, salgan valientes a enfrentar lo que hay fuera de esta quesera y, como ciudadanos libres y críticos, juzguen, actúen, hagan política o antipolítica, pero no amanezcan otro día en esta playa de dormidos. O al menos, no lo hagan como contentos o como esclavos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bueno el artículo!! qué compromiso cital y político!!!

Anónimo dijo...

Aplaudo el artículo y aplaudo la metáfora de la playa en el universo andaluz... la playa que tapa la boca y adormece como un somnífero y todos sus etcéteras... ¿Pero y la necesidad ontológica del hombre de barrer de su cerebro todas las miserias humanas por unos instantes? ¿No es esencial, vital y curativo caer de vez en cuando en ese transporte, en ese nirvana que la Naturaleza ofrece, en esa "roja oscuridad", en esa otra cara, en el misticismo, en las entrañas del alma, en la paz de uno mismo, en el descorrimiento de las mil máscaras que cada día nos ponemos para estar en el mundo, para poder después surgir como un torrente, con la voz más firme y afinada, con las ideas más claras, pulidas por los granos de arena de esas playas abarrotadas de ancestros? ¿Despertar del sueño marino y reparador y ser uno para abrir la mano libremente y gritar en los oídos de los que trabajan en la política y, en los oídos de esos que construyen castillos de arena en esas playas que el mundo está por hacer pero por dentro y por fuera?

Tú no has probado realmente la playa , o el mar, has ido de "mirón", un poco "perdido", y por esa razón has dado un vistazo sólamente de soslayo a la superfície.

Te invito a que goces del buceo o del submarinismo, de ese cerrar para después abrir los ojos y ver el mundo de otras playas que, seguramente estaban también en esa Andalucía... y econtrar en un momento de nimiedad el reverso del caos, de la miseria, de la mentira... encontrar la felicidad, no como un girasol cultivado, sino salvaje ¿o no es la felicidad un granito de arena de esas playas...? ¿o no soy yo, y él, y ese, y esa un grano de arena que ayuda a formar parte de un grupo humano que lucha por el intelecto en contra de la barbarie?

No se puede usar el mismo rasero para todo el paisaje humano, ni para esa playa de Andalucía conformada por infinitos granos de arena.

Artículo genial, algo alentador, pero algo derrotista o pesimista en el fondo. Señor periodista, usted generaliza, y no es todo barbarie lo que reluce.