12 de diciembre de 2011

Hoy viernes: Estudiantes en la lluvia (28/10/2011)

Esta lluvia que cae sobre los hombros, sobre los políticos, sobre la gente del dinero que son como gladiadores sangrando por las rendijas de su oro, sobre los pobres hechos de fieltro pobre mojado por los canalones, ese chatarrero bajo la lluvia que parece el mundo ahora. No sé por qué me he acordado hoy de cómo llovía cuando iba al instituto, al principio del curso, mañanas aún noches llenas de agujas, esperando el autobús con el cuerpo como forrado del plástico de mis huesos por dentro, la parada junto a una farmacia que parecía que guardaba las medicinas o la enfermedad en tarros de miel, y entre lo negro y lo tenue el único brillo rosa y perfumado del jersey de la chica que me gustaba, aquella chica jugando con el bolígrafo entre sus rizos o sus dientes. Queríamos ser maestros o científicos o futbolistas o no queríamos ser nada, sólo queríamos atravesar la lluvia en aquel autobús al que se le veía el motor entre las palancas, la carretera por debajo de los agujeros como desde un bombardero, llegar a aquella clase con olor a abrigo y paraguas y que luego las ecuaciones, los romanos, los poetas y los balones nos recordaran que éramos jóvenes con todo por hacer y decidir, mientras mirábamos en el patio los vespinos igual que familias de canoas volcadas y ateridas. Aprendíamos, dormitábamos o veíamos fuera los árboles engordando de agua, pasaba el tiempo machadianamente y a lo mejor de vez en cuando pensábamos que éramos el futuro, que de allí saldrían de verdad peritos o profesores o quizá albañiles, pero que aquello nos entrenaba para la vida y ese entrenamiento empezaba bajo la lluvia, como si la vida fuera una especie de rugby.

Han pasado otras generaciones por el otoño y los institutos, la lluvia sigue mojando las mochilas y los rizos de las niñas silenciosas y bellas que enamoran en los autobuses. Pero todo ha cambiado, los profesores parecen más suicidas que maestros, los jóvenes parece que llegan sin herencia, sin mundo prometido, y los jardines de fuera están arrasados. Han sobrevenido crisis educativas, crisis de valores, crisis del dinero, crisis políticas, crisis mundiales y de casa. No es que los niños estén sin pupitre, sino sin sitio al que ir luego tras la juventud. Hicieron la generación perdida entre pedagogos locos y vampiros del dinero, destrozaron la escuela pública y destrozaron el mundo para después, que sólo es televisión y harapos. Ahora nuestros estudiantes salen a la lluvia con los libros más delgados y el mundo más frágil que he conocido. Queríamos ser ingenieros o maestros o genios o quizá carpinteros, pero aún teníamos esperanza. Nuestros gobernantes hablan sandeces y propaganda bajo la lluvia de esta miseria, pero han dejado a las nuevas generaciones sin verano tras la escuela y sin futuro tras los charcos. La lluvia suena a piano en un cubo.

1 comentario:

Alguien que también se mojo de la misma lluvia dijo...

Ojalá vuelvan esas lluvias de nuestra adolescencia... Esa lluvia que salpica de ocurrentes imágenes este articulo.