11 de junio de 2013

Somos Zapping: Señores y colilleros de los ERE (10/06/2013)


Más arriba. Siguen rodando los ERE por las televisiones nacionales, aunque todavía son los carretilleros, los mensacas, los colilleros, los banderilleros, mientras esperamos a los jefes. Juan Francisco Algarín estuvo en El gran debate de Telecinco para contar lo mismo que en EL MUNDO, pero con el ambiente de peluquería del programa. O sea, que llevaba el dinero como papelones de churros a Juan Lanzas, y que en esos bares o retretes lo veía con gente del PSOE (un “secretario general” del partido en Sevilla y alguien “de la Junta”). De todas formas, él cree que todo se pensó “más arriba”. Para mí, es un hecho, lo he dicho muchas veces. El origen de todo, los convenios de las consejerías con IFA/IDEA, no tienen ningún sentido a menos que el objetivo fuera saltarse los controles y convertir las ayudas en un reparto arbitrario de dinero público. Esos acuerdos entre consejerías y agencias instrumentales de la Junta no salen de un director general ni de su quiosquero, ni siquiera de un consejero. Es imposible que decidieran eso por su cuenta sin que nadie por arriba planeara o consintiera ese peligroso y jugoso cajón abierto. Ése es el meollo. Jordi González lo llamaba “trama pestilente”, “asqueroso caso de los ERE” y hubo hasta comparaciones bandoleras. Pero aún tenemos sólo a barberillos, cantineros y pelagatos. Los “señores del sur”, las grandes equis del mangazo, se diluyen en la estrategia del “y tú más” como ya vimos en la tertulia del programa, con ese Antonio Carmona, Espinete que pone el PSOE para estas cosas. La gente se dedica a calcular cuántas “vacas asadas” corresponden al dinero de los ERE, Gürtel o Bárcenas, y así la merienda con payasos no termina nunca. Hasta que el personal empiece a cantar y la Guardia Civil a coger matrículas de los peces gordos.


De otro planeta. A Rosa Díez la entrevistaron en la tertulia de Mabel Mata un poco como a un alien, una especie de mutante política a la que se empeñan en situar en ambigüedades ideológicas (“su indefinición”, dijo la presentadora), y a la que le preguntan si se va a comer las autonomías. “Usted era de izquierdas”, le dijo Mabel Mata (¡!). Díez se definió como una “socialdemócrata clásica”, cosa que aquí no se entiende. El PSOE fue chaquetero desde la transición, comodón en sus baronías y bobalicón con Zapatero. Una socialdemocracia reformista, que plantee listas desbloqueadas y un federalismo factible e igualitario, que pueda hablar de la res publica (Díez mencionó el término tal cual) entendiendo su sentido e importancia, parece algo grecorromano en muestra política de comedero y santería. Le preguntaron por las televisiones autonómicas y dijo que las cerraría antes que un hospital. Y que sabía que “muchas veces la información pública no es independiente”. Román Orozco, hijo puro del sistema, le replicó que “no es ésa la opinión de los expertos” y ella lo fulminó así: “Hay expertos para todo, porque entre otras cosas a los expertos también se les paga”. Con lo que tenemos aquí, UPyD parece un partido de otro planeta. Y se agradece.


Lo indefendible. Admiro el talento de Wyoming pero hacía tiempo que no lo veía tan forzado, tan empujado fuera de su silla, con la gracia como una dentadura postiza suelta. Es que es difícil defender como gloria el fracaso y la vergüenza de que la Junta tenga, en estos tiempos, que repartir chuscos a niños que no tienen para comer. Y menos, haciendo una ronda por la “TDT Party” por criticar las absurdas ayudas de la Junta a la “redigitalización del cine cubano” (1 millón) o “la mejora de la estética” de una playa en El Salvador (3 millones). Wyoming se tuvo que ir al pico de la mesa y soltar, muy serio, que “lo que no sabemos, porque no hablan de ello, es lo que opinan sobre lo que es noticia esta semana, el Plan Contra la Exclusión en centros escolares andaluces”. Como si fuera Mario Jiménez. Creo que nunca lo había visto con los tirantes tan caídos ni la gracia como en salmuera. Ni un talento como él puede hacer sátira con lo indefendible y lo lastimoso. Ni evitar que se le noten las tuercas apretadas al intentarlo.

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