Nos sobran matones, esbirros, cínicos y
mangantes, pero además nos faltan políticos. No sé si me preocupan más las
frases de tabernero en el Parlamento o que estemos en ese saloon, como un paisano con agujero de bala en el as de picas, y
nos quieran remediar el paro con cupones de descuento de pizzería. Saloon o teatro (las palabras matoniles de
Ávila el miércoles provocaron momentos Club
de los poetas muertos, con cada pepero que se levantaba repitiendo la frase
cambiando “derecha” por “izquierda”). El Parlamento como palomar cagado de
insultos no dolería tanto si hubiera más ironía e inteligencia y menos tontería;
pero sobre todo si por debajo toda esa vieja costra calcárea y submarina quedaran
al menos ideas, hechos, soluciones. Que Cinta Castillo sea una especie de
Mercedes Milá, que Castro Román te haga buscar su ventrílocuo, que los diálogos
entre Griñán y Zoido parezcan los de Leoncio el león y Tristón intercambiándose
cada rato; eso sería lo de menos si viéramos allí algo más que una gran máquina
de cortes de manga.
El
PP no sabe ni redactar sus papeles y cuando Ruíz Sillero volvía a pedir
evaluación de los planes de empleo de la Junta, que son como velitas a San
Pancracio, Cinta Castillo se dedicó a enumerar sus erratas. ¿A qué grupo le
damos el premio? IU saca a la troika, palabra que les sirve de misil ruso o
sable cosaco, y ya está. Castro Román es capaz de, en una sesión de control,
preguntarle a Griñán por Rajoy y encima quedarse con esa cara de pedir aplauso en
un karaoke. Susana Díaz habla de una “nueva cultura de la transparencia”
después de todas las vacas que se han asado aquí con dinero público (por
cierto, los ERE e Invercaria contra la Zona Franca de Cádiz también se plantearon
como luchas de vacas a la brasa). Griñán dice que la crisis no ha sido “por
culpa del gasto público”, o sea que todavía se pueden asar muchas más vacas a
nuestra costa. Mar Moreno nos descubre que pagan “sin puntualidad pero con
regularidad”, como los pobres con ditero… Y en ese plan.
En
el mano a mano con Griñán, cada vez más decepcionante (son como toreros
buscando burladero y botijo), Zoido acusó al presidente de ser telonero de IU,
cosa con la que no estoy de acuerdo. IU ha aceptado su paripé (que Griñán
defendió) pero su pacto siempre me ha parecido barato: carguitos a cambio de dejarles
colgar algún póster. Yo veo a IU más pendiente de la reverencia a Griñán que a
Griñán postrado ante el leninismo, pero a Zoido eso le parece muy efectivo. Yo
creo que el pajarillo bolivariano está a gusto, bien alimentado y amaestrado.
Zoido le pidió a Griñán reformas, pero ¿cómo pedir reformas en la contemplación
de la eternidad que es la Junta? Si las cosas van mal, es culpa de Rajoy o la
troika; si van bien, es gracias a lo que llevan haciendo siempre. No hacen
falta reformas. Ni gobernar. También pidió Zoido un pacto como el nacional.
Pero hombre, ¿no veía que Griñán le iba a pedir una alianza contra Rajoy, que
defendiera esta tierra contra su partido que odia a Andalucía? Lo que Griñán
quiere es un pacto con Aznar. Zoido volvió a pedir la verdad de los ERE, Griñán
respondió con sus sobresueldos y en el suelo del saloon se pegaban los pies y la mugre.
Pero
para mí, la estrella fue Antonio Ávila. Lo aguanta todo, lo escupe todo (hasta
Invercaria), responde sin responder y encima se pone de un chulapo que
sobrecoge. Sí, el consejero de Economía de una de las regiones más pobres de Europa
va chuleando de su gestión y sus rosas en el ojal. Incluso con los trabajadores
de Delphi allí, diciéndole las verdades como se dicen en Cádiz. Sólo le hizo
sombra, un momento, el consejero de Justicia, Llera. Le preguntaron por la discreta
comida de Griñán con el presidente del Tribunal Supremo y dijo que los querían
comparar con “los mafiosos de Chicago”. Qué cosas. Griñán y el presidente del
TS comieron juntos porque los dos están preocupadísimos por los asuntos del
otro. Son instituciones muy rozables, como se sabe. Además, en Chicago hay
pocas vacas.
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