17 de octubre de 2013

Ouroboros: Jersey de madre (15/10/2013)


El PSOE cargándose Rumasa o a Mario Conde, eso sí que eran alardes. Así se hacían con la colmena del dinero, convirtiendo a los atravesados en presos de dibujitos animados. Felipe, Guerra, aquel socialismo marismeño con tarteras y gracietas modernizaban España, y entrábamos en la OTAN, aunque fuera de recluta que friega los cañones, y hasta volvíamos a ser Europa de una manera que nos vendían como carolingia, pero era más bien buñuelesca. En aquella época de movidón y desperezamiento, queríamos coger a cambaladas esa modernidad a la que le perdimos el rastro desde Fernando VII, o antes. Pero también fue entonces cuando se asentaron las malas costumbres y feos defectos de nuestra democracia, que tantos disgustos nos están trayendo ahora: la partitocracia piramidal, hija de una Transición titubeante; la muerte a espadín de Montesquieu y el conchabamiento corrupto entre poder político y poder económico. Que Ruíz Mateos quedara en cromo y Mario Conde en Buda cristificado no deja de ser una anécdota ante el paradigma que aquel tiempo traía o retomaba: el dinero y los negocios tenían que tener el permiso, la visita y el manoseo del poder político. Al principio, quizá sólo con cierta intención controladora, estatalista, aunque pronto vendría el hambre. Si para que nos enterásemos de quién mandaba tenían que darles la vuelta a las Torres de Colón (que siempre han estado dadas la vuelta), pues lo hacía Boyer tan tranquilo como si fuera el hombre de la tónica. No entro en razones o legalidades, pero eso sí que eran alardes, hacer que el poder retumbara físicamente en toda la Castellana, igual que si se moviera el Bernabéu a remo.

Nuestro país desperdició recursos, ideas, gente, riqueza, por culpa de ese encamamiento sucio de políticos, banqueros y empresarios pasándose el mechero. Luego, además, todo esto se provincializó. Las autonomías multiplicaron las barajas y los jugadores en la mesa. Y en Andalucía, donde no se han barrido los despachos en más de treinta años, las consecuencias están a la vista. Por toda esta tradición, por toda esta manera de hacer política que parece que viene como desde Ramoncín, a uno le dan mucha risa esos amagos de “regeneración” y esos pactitos contra la corrupción como lavados de gato. Más si vienen de la mano de advenedizos criados en ese mismo sistema putrefacto. Que Susana Díaz se fuera a ver a Mariano Rajoy significa tanto como que comprara un décimo en Doña Manolita. Hace falta nadar mucho más hondo en la democracia. Esto que heredamos de la Transición parece un viejo jersey de rombos que insistimos en ponernos. Pero no nos cabe y además apesta.

Sí, qué alardes aquéllos, tirando bancos, expropiando por cojones, montando horcas en el despacho de Mariano Rubio… Las transferencias de financiación para engordar reptiles parecen casi una finura francesa a su lado. Pero todo empezó aquella vez que nos equivocamos con tan buena voluntad, como el jersey horroroso que nos hizo nuestra madre.

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