El nuevo partido de Savater él dice que no es suyo, pero le pone la primera luz de inteligencia y ética. No quiere ser el filósofo gobernando con los soldados por debajo, como en la utopía platónica, dictadura de monjes con grandes mangas pero dictadura al fin y al cabo. Es solamente el filósofo que se rebela contra la sinrazón, su primer deber, y toma con valentía su magisterio. Será un partido, lo ha dicho él, para los desencantados con la política territorial del PSOE y con la tendencia llorona y mojigata del PP a correr hacia las faldas de los obispos. Sí, el PSOE ha alimentado el delirio de esas tribus de santificar unas banderas y quemar otras, ese espeluznante desfile de infantilismo, sincronía, pensamiento uniforme, fanatismo agresivo y días medio fascistas de la raza. A su vez, el PP sigue carolingio, beatón, monaguillo, besado por todos los papas, conducido por hisopazos, cuando hasta el Dalai Lama, suave y acuático, sabio y levitante, clama por la laicidad del Estado como fundamento de una sociedad verdaderamente libre. Ese espacio entre el PSOE malvendido y el PP campeón de los cruzados, ésa es la vía de Savater. Pero, ¿y en Andalucía? Aquí sí estamos condenados. El PSOE viejuno, propagandista y parado; el PP lleno aún de señoritos, damas con mantilla, cojos de guerra, mañanas de Corpus (vean a Arenas hablar todavía de “la gente normal”, decir que la Educación para la ciudadanía es cosa de “dictaduras”, apuntalando a la Conferencia Episcopal). Aquí, ¿dónde está el filósofo, dónde la rebeldía? No llenó ese espacio, aunque pudo, el PA, que se limita a montar en sus borriquitos sentimentales y a copiar en pobre a los otros nacionalismos usureros. Aquí muchos no tendremos siquiera el voto del desencanto. Sin otra vía, el desencanto será el mismo voto.
13 de septiembre de 2007
Los días persiguiéndose: La vía de Savater (13/09/2007)
Éstos no son tiempos de filosofía como no son tiempos de sotabarba. La filosofía fue el primer intento de ciencia; luego, durante siglos, le hizo las túnicas a los dogmas cristianos; y por último, reducida la metafísica al lenguaje, ha quedado para el estudio del propio lenguaje y, lo más importante, de la ética. Pero ahora ni el lenguaje ni la ética significan nada, cuando todo nuestro mundo lo mueven economistas rudos como remeros y políticos que les sirven a ellos, a sus propias ambiciones cesarionas y a las de todos sus hijos incluseros de partido que tienen que comer de la demagogia y del clientelismo. Los filósofos ya no son tutores de emperadores, ni hablan para las masas, que ahora los tomarían por monologuistas. Hay filósofos, pero están en sus cátedras con la chaqueta llena de cera, o haciendo oposiciones para Correos, e incluso hay algunos a los que ni se les nota que son filósofos y aunque escriban en los papeles lo hacen a pedradas o en sarcófagos. Por eso me gusta el filósofo lúcido que se vuelve al mundo, que baja de la montaña y reclama la razón, la cordura y la ética en la política y en la sociedad, que vuelve a defender la libertad y la igualdad y sobre todo desmonta las patrañas atrofiantes, criminales o simplemente estúpidas que nos destrozan la convivencia. Hay pocos así, quizá Marina y desde luego Savater. Savater va vestido de filósofo como Sherlock Holmes iba vestido de Sherlock Holmes, o sea, es un filósofo en el libro andante de su vida, con su estuche con cosas de filósofo como pipas o lupas, que hace filosofía hasta frente a la chimenea, que va raudo a desmontar las mentiras primigenias y al que le rozan las balas dialécticas y de las otras que le dirigen unos malvados insistentes y locos. Lo más parecido que nos queda al intelectual heroico.
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