Cercano fanatismo. El fanatismo está más cerca de lo que creemos, no hace falta llevar canana ni pedir guillotinas. Basta que ignoremos la libertad de los demás, y ya está ahí. Como en Humilladero. Como en la despedida de Antonio Romero, en algo tan aparentemente inocente como sus sentimentales palabras de adiós a la política, que escuché no hace mucho en los informativos de Canal Sur. Mencionó el hombre que esperaba un hijo o nieto, no recuerdo, y dijo que en la ecografía ya se le veía con el puño cerrado. Pues ya está ahí el fanatismo, sin más que ignorar la libertad de esa futura criaturita. Tan fanático como esos padres que visten a los bebés de nazarenos o de su equipo de fútbol. No me extraña que esté en crisis Izquierda Unida, con estos y otros ramalazos. Es cierto que necesitan una refundación, y yo diría que hasta un fregoteo de meninges para aquéllos a los que se les ven las telarañas como cejas. Sería útil y valiosa una izquierda laica y republicana, verdaderamente democrática. A ver si se enteran de que las revoluciones se pudrieron todas, a la vez que ellos.
Cortijo. Y el cortijo nos devolvió a las gallinas eólicas, a las mujeres aguadoras, al hombre con navaja y a la vergüenza de aquel pasado de sometimiento, clases y pisotones de caballos. Cualquier día a alguien se le ocurrirá hacer un reality en un campo de concentración y también le verán valor histórico o sociológico. Un reality en un cortijo para el cortijo que no deja de ser Andalucía, con sus señoritos de jarana y su hambre de pan seco. Sonrisa de manijero de Rafael Cremades, de pastorcita arremangada de Rocío Madrid, de graciosillo zángano de Fernando Ramos, para esta idiotez insultante de programa. Con un cortijo de 1907 sólo podrían salir otros santos inocentes como los de Delibes, pero la televisión andaluza hace un parque temático de perseguir cabras y rozarse con vacas amorosas. No lo soporto. La lástima o el asco me hacen huir. Dejo a Cremades, presentador eternamente alfarero, confundiendo el entretenimiento con la humillación.
Copla. Y la copla nos devolvió a las planchadoras que cantan, a los marineros tatuados, a las Vírgenes con capote, a ese futuro de maletilla o tablao que parece ser el único de los andaluces. No es la cutrez del programa, ni el injerto de esa niña mona, más desenvuelta al natural que leyendo papeles, que es Eva González; ni Rosario Mohedano, con su fama de cementerio, dictando sentencias junto a Lolita. No, lo que me solivianta es sobre todo ese oficio de gente con hatillo en el que nos retratan, el viaje a un época de serenos y sacromontes en el que nos meten, la sangre antigua con la que nos definen. ¿Harán un reality de andaluces robando jamones?
2 comentarios:
¿Podría reproducir alguna de tus entradas en nuestra página www.porandalucialibre.es? Dinos algo. Pedro de Tena
Por supuesto.
Un saludo.
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