23 de septiembre de 2007

Somos Zapping 23/09/2007

Nuevo curso. Ver a esta supuesta izquierda que se ha cargado la educación pública inaugurar el curso como un columpio, sacar sus leyes para flojos y celebrarlo todo con majorettes en televisión resulta obsceno. Qué traición, qué gran traición la de esta izquierda, condenando a los pobres al analfabetismo funcional mientras sólo los ricos tienen acceso a una educación de calidad... Van a conseguir lo que quería Fraga, lo recordarán, volver a ver a los pobres en alpargatas, enclaustrados en su obreraje eterno. Sí, esta supuesta izquierda capaz de todo esto sin perder la sonrisa, esa sonrisa de lobotomizada que no abandona a Cándida Martínez, a la que veíamos hace poco en esas entrevistas como hechas por mucamitas en las mañanas de Canal Sur, nefasta hada madrina del "laissez faire, laissez passer", cáncer de la educación. Se inaugura el curso en Estepa, con la realeza que parece que arrastra con ella sus capillas, con la ministra Cabrera que con sus saltos de curso aún afirma que se “responde a las necesidades de una sociedad cada vez más exigente” y que “se afianza el sistema educativo entre los mas desarrollados de nuestro entorno” (¿qué entorno, Marruecos?). Se inaugura el curso en un ambiente de piscina de bolas y Chaves aplaza las soluciones diciendo de la nueva ley que “nos sitúa en condiciones para afrontar los problemas reales de nuestro sistema educativo” (¿nos sitúa en condiciones para afrontarlos, no los afronta, no los resuelve?). Qué obscenidad, qué avilantez, qué traición.

Los milagros barrocos. El barroco, Andalucía siempre se salva por el barroco o por una fuente moruna. Somos pobres pero muy barrocos, por lo visto, lo cual genera complacencia, documentales y congresos. No hace mucho vi una serie sobre la Andalucía barroca que al principio parecía muy educativa pero luego pasaba a una propaganda culturetilla y exaltadora, pues se atrevieron a decir nada menos que el clasicismo en la música nació gracias a que Scarlatti estuvo en Andalucía y el espíritu de la tierra le insufló las nuevas formas. Chaves también se pone barroco, en un congreso en Antequera, habla en una iglesia, con todo el barroco de Dios detrás como su coraza, habla como dando misa, adelanta las preces a Zapatero. Y pienso que no le viene nada mal el púlpito, ahora que él va haciendo con los presupuestos el milagro de los panes y los peces, de los pisos gratis y de los cheques de Tío Gilito.

Operación kilo. Gordos achocolatados, gordos ansiosos, María del Monte monta en su programa lo que llama “Operación kilo” para redimir a unos gordos que aquí en Andalucía ya hemos dicho alguna vez que son gordos idiosincrásicos, esa gordura de todo un pasado de hambre y rebañamientos. María del Monte trae a gordos de chiste, gordos exagerados, carpantudos, que a ella le dan ternura o risa y a mí mucha pena, para que hablen de sus platos de tres en tres, de las papas con huevo, de dos kilos de torrijas de una sentada, de la alegría del comer de los pobres. Lleva a una mujer tan basta que hasta María del Monte parece por un día fina como la institutriz de una zarina. “A Manuela en su casa le dicen vaca”, rotulan. Su hermana la llama “jarona” y ella habla de los dulces, de los fritos y de los guisos con fruición, gula, engollipamiento. Nos cuenta la buena señora que sin embargo tiene una hija que se mueve mucho, es como la “niña zarcista (sic)”, o sea, la niña de El exorcista. Cuanto más basto y más mórbido es el hambre del invitado, más tiempo le dedican. No, no se trata de mirar por su salud, sino de hacer una exhibición de feria, con la gracia y las arrobas de los gordos más ávidos y regurgitadores, como si trajeran ogros al plató. María del Monte, otra vez, me da fatiga.

Otro siglo. Atrasados en todo, como es de rigor en Andalucía, ahora Canal Sur hace su Operación Triunfo, pero con la copla. Canal Sur tiene un empeño de otro siglo. La copla como la sintonía de unos resucitados de un pasado gramofónico y lunarero, que hace juego además con ese otro programa que empieza, el del cortijo. En un cortijo y cantando copla... Vaya estampa de modernidad. Pero al tópico insultante, rancio y odioso lo llaman aún tradición y memoria.

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