20 de septiembre de 2007

Los días persiguiéndose: Las camisetas (20/09/2007)

Tardes de merienda, políticos con churretes, fútbol de la parroquia con el portero con gafas, con postes de trencas y carteras, con el número bordado por la madre usando el mismo cariño de la raya al lado. Es la vuelta al cole de nuestros diputados, políticos Zipi y Zape, ostentación como de una espada de un balón de reglamento con querencia a las tapias, a las macetas, a los ciclistas y a los perros. Los niños llevábamos el balón ajedrezado o el cromo de un mediocentro que parecía un forajido de chocolate; los políticos llevan ahora las camisetas de su equipo, equipo con el gordo el último, con el capitán de todos los árboles del patio, con el árbitro salesiano, con los pepinazos no valen, con el campeonato de la copa del meao, el que ha perdido se la ha bebido. Los nacionalismos son la niñez, son una madre con veriscró (¿de dónde vendrá esa palabra que me escocía tanto?), son una rodillera despegada, son la chiquilla que no nos sacaba en el corro, son aquel mapa con sus fenicios y sus cereales, son el vecino que no nos devuelve la pelota o que roba en nuestras moreras el imperio chino de sus gusanos de seda. La niñez de la política, la niñez de los pueblos, y quizá también algo así como la madurez triste y rencorosa del golfo de colegio derrotado en su gloria por la vida adulta. Todo eso, los nacionalismos.

He visto a hombres de barba blanca como sijs con traje, a señores serios como cobradores o estomatólogos, sacando camisetas de niño igual que cajas nuevas de lápices, igual que banderas lavadas por la madre con sus sábanas. Camisetas de fútbol, calcetines con escudo, cropanes rojos o azules, esa pequeña guerra del Tulicrem contra la Nocilla. Es el color de cada uno elegido como nosotros elegíamos, sin razón pero muy sentimentalmente y con fidelidad, el color de los sacapuntas y de nuestra ficha de parchís, que eran el mismo y ya nos identificaba. Miren cómo van en su caballito estos tíos como trinquetes, bigote y pantaloncito corto, para enseñarnos la pichita de su niñez y de su ideología. El nacionalismo es la niñez y usa la niñez. También la estoy usando yo aquí como recurso y da para mucho. Los nacionalismos empiezan por la niñez de estos tíos de estirón tardío y continúan con la niñez dirigida de todo el pueblo. El niño piensa a pelotazos y si se consigue que todo un pueblo piense así ya no se necesita otra cosa. Lo más que va a exigir el niño luego es una escopeta de plomillos, y ya en algún sitio se la dan, con un peso de historia como de balas viejas. Dejar al pueblo en la niñez también les asegura que luego los voten a ellos, pues siempre optarán por el profe que en clase los manda a cazar hormigas. Es una pena que nuestros nacionalistas andaluces no estén en el Congreso para aportar otra camiseta y otra forma de llamar a las piedras, a los pájaros, a los cagajones y a la seño. Podrían chocarse con los otros niños, que es como se hace la infancia y yo creo que ahora también la política, e ir aprendiendo.

Salieron, ya ven, los niños en el Congreso y nadie puso la sensatez como un silbato. En un barrio lleno de porterías, los nacionalismos centrífugos chuleaban de chándal y sólo había, para hacerles frente, ese otro nacionalismo de camiseta con toro, ridículo como el empollón queriendo jugar. Un día tendremos políticos adultos. Pero para eso el pueblo deberá ser adulto también. Alguno dijo que los niños de su idioma o de su raza soñaban con vestir esa camiseta. Yo sueño con que esos niños crezcan y manden a sus políticos meones a la cama.

3 comentarios:

Ángel Ceballos Ortiz dijo...

Querido Luis M.

¿Firmarías este artículo si cambiásemos "camisetas" por "banderas"?

Un abrazo.

Ángel.

http://www.sanlucarenladistancia.blogspot.com

Luis Miguel Fuentes dijo...

Querido Ángel, ¿lo dudas?
Aquí va uno de banderas:
www.geocities.com/lmfuente/elmundo356.html
Ah, y enhorabuena por tu blog.
Salud.

Ángel Ceballos Ortiz dijo...

Amén, hermano.