Cuanto antes, mejor. Tenía en la mano la marioneta de un pollo y volvía sonreír mucho, demasiado, como colocada de plastilina o témperas. Por supuesto, era Cándida Martínez, la consejera de Educación, que inauguraba un centro escolar para niños de “0 a 3 años” (así lo dicen, seguramente porque “menores de 4 años” les sonará de derechas) al que las noticias de Canal Sur daban dimensión de puente colgante. Estoy obsesionado con esa sonrisa, lo saben ustedes porque la menciono mucho. Esa careta, esa ortodoncia de cinismo, ese maquillaje como de japonesita envenenadora que ríe al servirte el té, me enoja, me subleva. Es como si riera en el entierro de los niños, que al fin y al cabo es eso la educación andaluza. Se felicitaba la consejera de que en esta legislatura se hubiera llevado a cabo “la escolarización de 3 a 6 años” (vaya avance, porque yo, hace más de tres décadas, ya me escolaricé a los 3, y con la diferencia de que a los 6 ya estaba multiplicando) y de que ahora hicieran “esta apuesta por los niños de 0 a 3 años”. Pero yo no sé si es una buena noticia, porque, teniendo en cuenta el nivelito que exhibe nuestro sistema educativo, eso quizá sólo significa que la idiotización y el aborricamiento de los chiquillos andaluces comenzará a una edad más temprana y por tanto será más efectiva e indeleble. Cuanto antes, mejor, pensarán. Quizá por eso sonreía tanto.
Honestidad sin duda. Todavía estaba yo recordando las palabras de Chaves en Ratones coloraos, aventando su “honestidad” como ese pañuelo de la ceremonia gitana, abominando de los políticos que utilizan “los dineros públicos –qué castizo, viejil y quevedesco este plural para el dinero-- en beneficio propio”, cuando me encuentro en las noticias de Canal Sur, miren la casualidad, a su hermano Leonardo Chaves, coronado por el logotipo de la Junta. Se trataba de algún acuerdo sobre espiritismos esportivos en el que había entrado su Dirección General, que recuerden es la de Tecnología e Infraestructuras Deportivas. Sí, la que adjudica de vez en cuando obras a otra empresa de cuyo nombre Chaves no quiere acordarse y que desde luego nada tiene que ver tampoco con su familia, que quede claro. Y es que cuando esa “honestidad” es tan obvia y manifiesta, la duda ofende.
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