Chaves debería ir a ese Consejo de Ministros de Sevilla en taparrabos. Si lo que nos queda es que el jefe con lanza y sus chamanes vengan a aullar y pinchar a la luna, a esparcir huesecillos en la tierra cementerial de Andalucía, mejor que vayamos bebiendo en calaveras. Chaves sabe que aquí rezamos a las llamas, adoramos a las piedras y atinajamos a los muertos, así que ha calculado que basta el espiritismo para conformarnos. Él mismo y todos sus sucesivos gobiernos han sido santería y pasar anillos por nuestra cara y nuestra hambre, soplándonos fantasmas en los ojos. Las modernizaciones y las imparabilidades de Andalucía eran candelabros paseados como por bonzos y encajes colocados sobre nuestra triste ceniza. No más nos trae Griñán, que, después de un momento levemente filípico, se ha dado cuenta de que aquí son suficientes la magia de perol, el incienso de la propaganda y el miedo que deja el aleteo membranoso de históricos demonios. Sobra la realidad cuando creemos que la noche tiene hadas, unicornios y dientes.
Esa “Andalucía sostenible” que pretende venir a invocar o a acarrear el mismo Zapatero a Sevilla es un botafumeiro alucinógeno, un emporramiento mental. Antes de imaginar casitas de chocolate y lagos de cisnes, aquí tenemos que solucionar el tercermundismo económico, laboral, educativo, cultural, político. Trasplantar aquí directamente lo verde como la lechuga que se imaginan, obligar a que la tecnología brote sin más de sus ecuaciones, cambiar la pobreza por prosperidad y el analfabetismo por cultura no es algo que se haga moviendo sombreros, metiendo cuchillos en el fuego ni trayendo a Sevilla el circo del sol de Zapatero, cada vez más arlequín, cada vez más Papá Pitufo. Para hacer todo eso tendríamos, primero, que cambiar la magia por la política, los conjuros por el trabajo y nuestros aprendices de brujo por gobernantes de verdad. Pero Chaves traerá a Sevilla un Consejo de Ministros y en el ceremonial veremos elevarse la “Andalucía sostenible” a partir de sus consagraciones y marmitas. Será mentira como toda la magia y despreciable como todo ardid de tramposos.
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