15 de octubre de 2009

Somos Zapping: Chusqueros de la serranía (11/10/2009)

Pizarro / Velasco. Cada vez que veo a Luis Pizarro en televisión, pienso que luego va a aparecer un caballo relinchando, como ocurría en El jovencito Frankenstein de Mel Brooks cuando se mencionaba a la oscura ama de llaves. En el sociatismo andaluz, Pizarro es una figura entre el cochero de Drácula y el Algarrobo de Curro Jiménez. Siempre me ha fascinado este personaje: chusquero, iletrado, urdidor, más manijero que político, sin otra profesión posible que la de zurcir los bajos del partido. Aunque tengan ahora a Griñán haciendo de dandi y de tenor spinto, se diría que el estándar del PSOE andaluz sale de unos billares de Illinois, entre el ventajismo y ese boxeo de barrio, escupitajo y tongo. Yo quería, en principio, comentar una frase que le escuché en las noticias de Canal Sur el otro día, una de esas tontadas con las que se condecoran de nada: “Andalucía está en la vanguardia de la descentralización administrativa”. Aquí cualquier cosa es una vanguardia, tanto que las coleccionamos, aunque curiosamente ninguna nos sirve para escapar del vagón de cola de todo. De esto quería yo hablar, pero me di cuenta de que Pizarro llena la pantalla con un simbolismo más hondo y más doloroso que la concreta idiotez de sus palabras: es la pura encarnación de la mediocridad de nuestra política. Hay otro personaje en el PSOE andaluz que me transmite casi las mismas sensaciones, en quien de alguna manera veo la herencia del ahora consejero de Gobernación: se trata de Rafael Velasco, especie de cruce entre Pizarro y José María del Nido. Velasco es esa misma avilantez de la ignorancia unida a la chulería, aunque vestido como para una boda. Lo vi hace poco en las noticias, en una intervención en el Parlamento, y parecía el portero de la discoteca de allí. Es aún más triste porque significa que la nueva generación sigue acarreando los modos y los sacos de la vieja guardia. Si yo no me creo los violines de Griñán, es en parte porque su partido no sale de sus sótanos, Cárpatos y mataderos. Con gente así, eso es imposible.


Crisis e indignidad. En Mira la vida lo llamaron una “medida anticrisis de ingenio”, pero era una penosa rendición, la última humillación de los pobres. En Ronda, un paisano sin trabajo ha decidido vestir a su caballo y a él mismo de bandolero y cobrar a cada turista que le saque fotos, y así se presentó en el programa como el mulero de toda nuestra miseria. Ea, vistámonos todos de bandoleros, gitanillos, flamencas, toreros, y salgamos a la calle como chiquillos de Bangladesh, a tirar de la chaqueta a los guiris, a los forasteros; hagamos de churretosos pedigüeños, con alma de limpiabotas; que sea el andaluz el suvenir de sí mismo, el payasete de su necesidad, el safari de su desgracia. Recojamos como siempre las monedas que nos tiran al suelo los ricos por ser lo que somos, pues a más no llegamos. Estamos acostumbrados a sobrevivir en la indignidad.


Siesta y media. Juan y Medio parece en verdad recién despertado al comenzar su tarde de morbo, viejitos y piononos, pero nunca imaginé que fuera literalmente así. Me cuentan que Juan y Medio suele echarse un sueñecito en su camerino antes del programa e impone al personal un silencio como de siesta de marquesón o de abad. Si alguien osa perturbar con tacones, voces o acarreos su sagrada cabezadita, monta en cólera y suenan latigazos por los pasillos. Hombre, al trabajo hay que llegar ya habiendo dormido y habiendo cagado, qué menos. Salvo que uno crea que la televisión pública es su palacete y la gente de allí sus mucamitas, que es seguramente lo que pasa.

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