Pero no, Chaves no se ha olvidado de morirse como un verdadero rey, ni se ha vuelto loco justo antes en el lecho. Lo que ocurre es que Chaves no se ha muerto, sólo lo ha fingido. No hay otra explicación para dejar a Griñán aquí rodeado de parientes asesinos. Si Chaves elige a un sucesor que parece llegar al frente de la Junta como recién levantado, lo lógico sería buscar su legitimidad lo antes posible, y no sólo no oponerse a un congreso extraordinario que lo coronara, sino promoverlo. No parece que sea ésta la intención de Chaves. Difícil de comprender, salvo que la idea primera fuera dejar a Griñán aquí precisamente para ser preso o asesinado. El pobre Griñán habría sido pensado simplemente, pues, como trasunto o marioneta de un Chaves que sigue mandando aunque parezca que sólo se dedica ya a la jardinería de su edad. Se le habría puesto en el sillón con las manos atadas, sin poder en el partido, rehén de las facciones, quizá sólo para que Chaves aparentara su suicidio ante Zapatero, mientras se ganaba tiempo, se recolocaban las familias e incluso, quién sabe, se fantaseaba con la posibilidad de que Chaves sobreviviera al propio zapaterismo. ¿No sería más sensato y útil, no daría más fuerza y seguridad y posibilidades de victoria el que Griñán fuera ya ratificado por el PSOE andaluz como jefe indiscutible, en vez de llegar a las próximas elecciones haciendo equilibrios, con dudas, enemigos, préstamos y ninguneamientos? Por supuesto... excepto si Griñán hubiera sido concebido ya muerto, que eso es lo que parece, cada día más tristemente amortajado.
Ojalá hubiésemos tenido aquí sólo a un rey loco, con orinal en la cabeza y bufones o mastines nombrados validos. Sabríamos a qué atenernos. Pero nos tocó algo peor: un dueño todopoderoso y calculador, capaz de ceder la autonomía a un cadáver o a un inválido, de dejar Andalucía en barbecho otros cuatro años para que los clanes del partido echen sus cuentas y él se vaya despidiendo largamente de sus caballos. No sabemos qué es Griñán. Y es el que tiene que gobernarnos entre áspides hasta que llegue o la revolución o el próximo dueño.
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