6 de noviembre de 2009

Los días persiguiéndose: Muerte en otoño (05/11/2009)

Caen parados y muertos con el color y la abundancia de las nueces, que son pequeñas calaveras, mientras los políticos se acusan unos a otros de ladrones, demagogos y calzonazos. Los escritores se mueren en el sarcófago de su escritura y los políticos se queman también como marajás en sus palabras y dineros. Hacia el invierno va un rastro de hormigas, los cementerios han tenido cosecha, los partidos se pudren como magnolios, los pobres se fuman el cigarro de frío y miedo de los fusilados. El otoño no es romántico por los árboles que parecen deshojarse de suspirar, sino por la muerte, que es de donde viene todo el Romanticismo. En el Romanticismo eran muerte el amor, las arpas, las patrias y las tapias con enredaderas donde metían los poetas su corazón. Es por la muerte que crece el Yo romántico, que nacen el héroe y el artista (sin muerte no hay inmortalidad, en realidad); es por la muerte que la razón ya no tiene el mismo sitio para cantar, y es por la muerte que hay que vivirlo todo agigantado y temblando, como ante la última bala. Nos tenemos que volver románticos y suicidas cuando el otoño es el primero que se dispara en la sien entre palomas, que es por eso que hace remolinos con las hojas.

Ha muerto el dinero, que era fácil de matar, y ha muerto la política, entregando su sombrero a un museo. El dinero no es el mal ni el bien, y ahí se equivocan esos intelectuales cantantes que salen un día sin abrigo para culpar de la crisis al capitalismo y a sus ogros. El dinero sólo es mentira, y las mentiras hay que administrarlas aún con más sabiduría y cuidado que las verdades. El dinero ha muerto no porque se haya consumido o volado, sino porque se ha descubierto su mentira, pero esa mentira existe igual en el capitalismo que en el comunismo, sólo que con otros dogmas. No es el dinero el egoísta ni el asesino, sino el hombre, que no cambia su naturaleza por pasarse a otro sistema, gobierno o contabilidad. Las monedas o su ausencia hacen ahora surtidores y campanas en el otoño, son otro muerto que se suma a la verdina de los demás muertos. Como la política, que ha muerto igual que un mendigo avaro y ciego. Ha muerto la política porque ha olvidado a quién sirve y nosotros la hemos dejado, como malos hijos. La política se ha convertido sólo en los políticos, destroncándose de lo que significa. La política no es lo que se hacen los políticos unos a otros, sino lo que hacen para el pueblo, pero eso ya está olvidado y sólo queda la apariencia de gobernar mientras siguen abundando en sus propios bocados, intrigas, chulerías y mangazos. Pero si ha muerto la política eso significa que también ha muerto la ciudadanía, feliz de estar desgobernada, contenida en el forofismo partidista, extirpada de espíritu crítico, de afán de justicia, de rebeldía y de asco.

Demasiados muertos en este otoño que parece el fin del mundo con caperuza. Escucho el viento que golpea con manos de leña la ventana, como si llamara un esqueleto, un perro flaco o un soldado aterido. Hay ataúdes abiertos entre las nubes grises del cielo y hay copas de ceniza volcadas en la calle. Hasta los pájaros parecen músicos muertos. Ha muerto todo mientras batallan los necios, se desgarran los hambrientos y juegan a los dados los poderosos, los dueños o los listillos. El otoño no puede ser sino muerte, pero lo malo es que ya no sé, ahora, si existe siquiera la primavera.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

Querido Amigo: Leo siempre el artículo del El Mundo sobre la televisión andaluza y creo que no hace justicia al esfuerzo denodado que se hace desde las instituciones andaluzas para ofrecer una progamación de calidad imprimiendo un sello inequivocamente andaluz. María del Monte es pura andalucía,El duo Sacapuntas o lo que queda de él, es pura andalucía, el hedor a guiso de coles en el rellano de mi escalera es todo pura andalucía. En mi ciudad vamos 30.000 personas detrás de un CRisto en Semana Santa, vamos con devoción y si alguien intenta joder la puta cola le damos un velonazo y eso, amigo mio, es pura andalucía. Andalucía, usted y yo somos así.