14 de diciembre de 2010

Los días persiguiéndose: La enterpierna (30/11/2010)

El sexo no se convirtió en género para conseguir ninguna igualdad, lo hizo para convertirse en política. La igualdad consiste en darnos cuenta de que el sexo de una persona sólo es relevante para la biología, para la reproducción, pero para el resto de su vida, de su actividad, de su humanidad, es un dato tan superfluo como el color del pelo. El día en que miremos y valoremos a una persona (aparte la atracción física o romántica) sin atender a su sexo, habrá llegado la verdadera igualdad. Pero ahora, lo que son las cosas, ocurre precisamente lo contrario. Esta política le otorga a todo su “perspectiva de género”, con lo que debemos concluir que se defiende que hay una diferente mirada o concepción de los asuntos simplemente por pertenecer a un sexo u otro. Paradójico, ¿no? Lo de las mujeres reuniéndose para hablar cosas de mujeres me resulta tan rancio como los hombres reuniéndose para hablar cosas de hombres. Eso sí que es desprecio a la igualdad, eso sí que es como volver a los clubes de fumadores o de costura. Les propongo un experimento: tomen la expresión “perspectiva de género” y sustituyan “género” por “raza”. “Perspectiva de raza”. ¿Qué tal les suena?

Pero, como digo, la intención es que la cuestión de género, de sexo, se convierta en política, se use en política como armamento de partido. Me explico. Una ideología asume una especie de defensa colegiada de las mujeres frente a los hombres y la llama igualdad. Luego, esa igualdad se convierte en una coletilla que sirve para condecorar de bondad y decencia el resto de sus acciones y opiniones políticas, como ocurre con otros términos como “sostenible”, “solidario” o “progresista”. Lo siguiente es lanzar sus acusaciones de sexismo, machismo, discriminación o misoginia, pero no a los que no creen en la igualdad entre hombres y mujeres, sino a los que no están de acuerdo con su ideología, incluidos los que no entienden que el sexo mismo sea una ideología. “Igualdad sostenible”, por ejemplo, en realidad no significa nada, pero si uno critica la vacuidad del invento, te tacharán de machista y de asesino del planeta de una tacada.

Estos días se ha celebrado un encuentro sobre “ecofeminismo” que además ha servido para que la Junta presente una “Guía sobre comunicación ambiental con perspectiva de género”. Supongo que el ecofeminismo tiene el mismo sentido que el ecomachismo, o que el ecologismo desde la perspectiva de los pelirrojos, o sea, ninguno. Armarían con igual facilidad un encuentro sobre física teórica o agrimensura o cultivos hidropónicos con perspectiva de género. Leo que una de las finalidades de ese encuentro es evitar “el androcentrismo”, es decir, la “estructura social conformada a partir de valores masculinos”. Por lo tanto, asumen que hay “valores masculinos” y “valores femeninos”. ¿No es eso sexismo? ¿Qué hay de los valores simplemente “humanos”? ¿Quién se ocupa de ellos? Forzada, pues, toda esta “perspectiva de género” a servir de adorno e hinchamiento a su ideología política particular, no puede terminar sino en la exageración y el ridículo. En esa guía que ha editado la Junta, agárrense, se recomienda que no se use la palabra “futbolista” (¡de género común!) por sexista, sino que se diga “quienes juegan al fútbol” (¿sosteniblemente?). Es de suponer que tampoco deben usarse dentista, flautista, periodista o funambulista... Y aún hay otras muchas palabras proscritas por la Junta, como “actor” o “parado” (!?). Pero cuídense de llamar a esto estupidez, que serán unos machistas furibundos. A mí, la verdad, me sigue pareciendo que, para alcanzar la igualdad, lo primero sería dejar de hablar con y desde la propia entrepierna.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todo palabras, sólo palabras. Cáscaras de palabras. Es el efecto dominó, el borreguismo de siempre. Se lanza un término nuevo para que tenga gancho. Maquillaje de palabras, sólo eso, pero el lobo dentro.
¡A por los valores humanos, claro que sí!. ¡Qué razón tienes! Además ya no sólo es grave el empleo de esos términos “equívocos”sino la falsedad que se esconde tras ellos, porque ¿cómo pueden los políticos aprobar leyes o realizar esos actos o decir cosas de las que ni ellos mismos son claros ejemplos representativos?. Pero lo peor no es eso, lo más grave es que encima se lo quieren hacer creer al pueblo, porque sólo se queda en eso, en una palabra, escrita o pronunciada. ¡Qué dolor me da decir que encima el pueblo se lo creee.
Así que ¿Qué igualdad ni qué porras...? Palabrería y sólo palabrería. Juegan con las palabras como quien juega con las cartas al tute o al póquer.
Sí, abajo toda esa palabrería que reza en las leyes dictadas por estos analfabetos, mentirosos y falsos.
Usan el peor marketing del mundo. Qué pobreza de espíritu la que tenemos todos, la de los políticos por lanzar esos términos, y la nuestra por flipar con ellos. . Si ya lo decía Larra en su artículo En este país “cae una palabra de los labios de un perorador en un pequeño círculo, y un gran pueblo, ansioso de palabras, la recoge, la pasa de boca en boca, y con la rapidez del golpe eléctrico un crecido número de máquinas vivientes la repite y la consagra, las más veces sin entenderla, y siempre sin calcular que una palabra sola es a veces palanca suficiente a levantar la muchedumbre, inflamar los ánimos y causar en las cosas una revolución...”
Pues eso, y sigo citando a Larra , esto son “cosas de este país”. Cuántos "don periquitos" siguen habiendo en las calles y en nuestro gobierno...
Esto no es política, esto es politiquilla o politiqueo... ¡qué desfachatez...!

P.D. “Contribuya cada cual a las mejoras posibles”.
¡A por los valores humanos, claro que sí!

Un saludo
El pobrecito hablador