
Que venga otro 28-F, sí, pronto, porque aún hace falta pedir lo mismo que entonces: la dignidad de ser tratados como un pueblo adulto, libre y fuerte, no como pobrecitos niños ignorantes, necesitados, dependientes y desamparados; la exigencia de escapar de la miseria, del tercermundismo económico y sociológico, de derrotar el paro que nos esclaviza, de terminar con la incultura como estrategia de sometimiento; de traspasar el chistosismo y el folclore, corral en el que nos encierran los verdaderos señoritos para que no vayamos más allá… Y también para pedir libertad, eso que se les olvidó a muchos salvo para pintarlo. Que aprendieran tantos administradores de esa palabra que la Democracia no es su ideología, sino que su ideología debe estar dentro de la Democracia. Que escarmentaran tantos trincones de lo público al darse cuenta de que las urnas no dan derecho a que lo de todos sea suyo. Que oyeran, ésos que se han apoderado de las grandes palabras pero las malbaratan y emputecen, el grito de hartazgo y asco que nos producen tantos dueños, padrecitos, demagogos, aprovechados, buhoneros, vividores y tontopollas. Recordando aquellos días de febrero, cuando éramos inocentes, puros como las mañanas con frío, deberíamos pedir todo eso que aún se nos niega y defenderlo con valor y civismo en la sociedad y en las urnas. Quizá tiene razón Mario Jiménez, a pesar de que ese 28-F que pide sea todo lo contrario a lo que ellos representan. El 28-F es todo lo que ellos no hicieron. Hemos fundado verdades de paja, caciques del alma, beneficiarios de los sueños, traidores satisfechos, ladrones que arengan e ingenuos que cantan. Lo hicimos nosotros o lo hicieron ellos en nuestro nombre, da igual. Y aún nos llaman para que nos levantemos tras sus banderas podridas.
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