7 de julio de 2012

Hoy viernes: La oportunidad (25/05/2012)

Eran como sacristanes de la Escuela, más viejos que la cantina, y bebían y reían y ligaban más que nadie. Tunos o tunantes, gran fama tenían los alegres sinvergüenzas de la Escuela de Peritos de Cádiz, a los que sólo podían medirse los de Medicina. Adorables golfos, no tenían por qué ser malos estudiantes, sólo medían su juventud y sus fuerzas cuando les tocaba en la vida. Siempre tenían alguna asignatura con las convocatorias a punto de agotarse, pero nos daban consejos y nos enseñaban los motes y los trucos de los profesores. Esos estudiantes padracos, largos sufridores de la carrera, no los tenía yo por vagos, sino por viejos soldados. Los recuerdo en aquel bar, el Aula Magna, que no sé si aún estará, entre apuntes y bandurrias, olorosos de cerveza y camaradería. Qué demonios, aquello era nuestra juventud, aquello era la Universidad, aquello era la Escuela de Peritos, donde ser empollón no servía. Allí, lo más fácil no era aprobar, sino rendirse. Pero ellos resistían, dándole un tiempo a la biblioteca y otro al bar, porque si no, eso no lo aguantaba nadie. Si aquello sólo estuviera allí para los cuatro coquitos que van a curso por año, las aulas terminarían siendo confesionarios. Ellos resistían y tardaban, pero creo que se merecían la oportunidad. Muchos lo dejaban, pero otros lo conseguían y hoy son buenos profesionales. No todos eran vagos. Y no todas las carreras están hechas para sacarlas del tirón. Vayan ustedes a la Escuela de Ingenieros de Sevilla, por ejemplo, a que les cuenten historias.

Que se pongan de acuerdo. No puede ser que la izquierda se haya cargado la enseñanza media, infantilizándola y bajando su nivel hasta hacer de la Universidad un escalón para gigantes, y ahora la derecha encima suba las tasas universitarias y castigue el bolsillo no de los estudiantes inútiles, sino de los estudiantes normales, los que no son genios, los que suspenden asignaturas y agotan convocatorias como casi todos. Esta huelga tiene mucho de política pero también bastante de razonable. No me gusta que las asambleas crean que pueden votar la supresión de derechos de otros, no me gusta que organicen esta protesta sólo como otro paso para una vaga revolución. Pero esta puñalada al corazón del futuro del país es una canallada. Para estudiar, a los ricos sólo se les exigirá dinero. A los pobres, poco menos que ser superdotados. Y esto mientras fluyen los millones para cajas saqueadas y arruinadas por la partitocracia. Se puede reorganizar una Universidad sobredimensionada y endogámica, pero dejen que tengan su oportunidad esos estudiantes con hatillo, emigrantes de sus pueblos, esperanza de sus familias, con sus fiambreras congeladas de la madre, su piso lleno de pelusas y su asignatura maldita, ésa última que queda cuando uno ya parece el que cierra por la noche la facultad.

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