24 de julio de 2013

Ouroboros: El Paraíso Perdido (23/07/2013)


Tendremos que engancharnos al pezón del sol, quizá lo único puro que queda. En Almería se han desnudado pichas de caracola, tetas de harina, barrigas de patricio romano, sin vergüenza, con orgullo de paganos, para batir un récord Guinness de baño nudista. El otro récord que tenemos aquí es el de tiesos y bandidos. Puede que esa gente se desnude así, sin lujuria, sólo para verse por un rato sin agujero en el bolsillo, limpios sin dinero ni sexo, como niños. Quieren hacerse tortugas, quieren el pelo de arena, el coño de esparto, la piel de sirena y el sol de cinturón, por huir del mundo o de la moral que se escandaliza del goce del cuerpo pero no del sufrimiento y la crueldad. Ojalá pudiera uno escapar dejando atrás un pellejo, enseñarles un culo de elefante a los políticos y a los economistas y marchar a vivir entre corales y pellizcos del aire y del amor.

Tendremos que volver a buscar la pureza en el sobaco, en la sal de las arrugas, en el huerto del propio cuerpo; hacernos druidas o eremitas o cínicos de tonel, porque parece que todo se ha corrompido a nuestro alrededor de un modo bíblico. El Mito de la Caída cuenta que fuimos sabios y felices en un tiempo, pero perdimos esa condición por pecadores, arrogantes o por envidia de los dioses, esos seres de telenovela. Desde entonces iglesias y ortodoxias nos quieren vender el billete de vuelta. La verdad es que a mí el Paraíso perdido me parece un coñazo (no sólo el de Milton) y lo de la caída, una chorrada. No tengo ninguna razón para pensar que el hombre haya sido alguna vez sabio ni feliz de esa manera absoluta, pomposa y ridícula. Pero en política también existe ese mito. Para algunos el Paraíso es una República sentimental y cantora, un soviet bellamente unánime, un señor con chándal o metralleta, un mercado libre hecho de dinero líquido, o hasta una Transición de tortilla de patatas. Pero yo confío más en la capacidad del hombre para evolucionar hacia su progreso que en recetas de antiguos embalsamamientos de la felicidad.

En Almería la gente se desnudaba y el sol hacía su minería de pecas sin casco. ¿Buscaban la pureza o el fresco? Purificar significa quitar lo que sobra. En Almería les sobraba ropa y en política sobran armarios o palacios enteros. Pero para no volver a la piedra ya escrita de los mitos, también en política hace falta poner cosas, quizá aún por inventar. Tenemos partidos mirando la corrupción del otro como esfinges berreando, tenemos a Montesquieu muerto por siete puñales, tenemos políticos que son sacerdotes de su sigla, tenemos ignorantes, sectarios, mediocres y cuatreros mandando. Y aquí hasta tenemos de heredera a una política de palangana de partido, que no sabe más que repetirnos un como anuncio de Mimosín. Quitar lo que sobra, poner lo que falta. ¿Hará alguien esas reformas? ¿Las empujaremos con nuestros votos y protestas? ¿O sólo nos mojaremos el culo simbólicamente entre sargazos y diremos que eso es la libertad, sentir la brisa por la rajilla?

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