Ha sido la tecnología, desde la Revolución Industrial, la que ha inculcado el falso concepto de progreso sin fin. Es más, se ha llegado a identificar la tecnología con el progreso mismo. La ciencia y el artefacto han fascinado hasta a los propios poetas, y uno recuerda versos a las máquinas de Pessoa o Kipling (“aun con todo nuestro poder y peso y medida / nada somos sino hijas de tu cerebro”, hace decir Kipling a la maquinaria moderna). A mí también me fascinan. Soy de la generación que programó en el Spectrum y empezó a soñar con viajes estelares (Sagan, Asimov, por supuesto). Pero aun así, hasta Sagan y Asimov empezaban por fundarse en Mileto o en Alejandría. Nuestros políticos, sin embargo, creen que la máquina hace al hombre, en vez del hombre a la máquina. Su fijación por la tecnología como mueble, como obelisco, como altar, sólo refleja su desconocimiento y una fe hueca, infantil, en una nueva magia o religión. Las sucesivas modernizaciones de Andalucía, confundidas con un desván de aparatos, son el mejor ejemplo. Pero esas “hijas de nuestro cerebro” nada son sin la mano diligente, sin el conocimiento fundado, sin la educación bien dirigida. Carecemos de ese cimiento, así que nos encontramos con esta política que sólo da jóvenes con electrodos como monos sobre un Sputnik.
Ahí tenemos a la Consejería de Innovación, igual que una iglesia rara fundada en Faraday, contratando noticias en los medios para que el sabor metálico de una tecnología salvadora nos envenene de falso progreso. Sí, que parezca que esta Andalucía de carretones, de economía alfarera, de analfabetismo secular, navega por la estratosfera y ha alcanzado la salud de los hibernados, la felicidad del soma, el magisterio mesmeriano, el sueño del Universo controlado con botones. Pero la tecnología no es progreso, sino una herramienta de la inteligencia para conseguirlo. Y en Andalucía el hombre y la máquina no dejan de escarbar raíces, de pasar hambre y de fracasar tenazmente en el futuro, a pesar de todas estas bombillas de calambre y de fiesta.
1 comentario:
Acertada entrada, sí seño. Estos no han entendido que ese rollo de la posmodernidad que nos soltaban es real en la red: aquí no hay jerarquía, por lo que tanto un tonto como un listo tienen las mismas oportunidades. La atención es el recurso más valorado. Y la atención se paga muy cara estos días. La selección natual es brutal. ¿Cuántos de estos proyectos tienen proyección internacional?¿Cuántos son sostenibles sin subvenciones? Lo bueno de las cosas de internet que sufraga la Junata es que son extraodinariamente baratas en comparación con otras promociones. Basta con decir que harás tomates ecológicoa para que te den una burrada de millones, sin obligación de devolver si resulta que no tienes ni puta idea de tomates ni de "ecología"
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