22 de marzo de 2010

Somos Zapping: El miedo a las bombillas (22/03/2010)

Misión de audaces. Ignoro cuál puede ser la necesidad o la motivación para semejante alarde melodramático, que creo que no he visto nunca en televisión. Pero a él se rindieron, tan aficionados como son en Canal Sur al efectismo ternurista: llevaron a Juan y Medio a su programa de la tarde en silla de ruedas y allí lo plantaron como para que hiciera geriatría desde la propia cama articulada de la cosa. Estaba entre atropellado y veterano del Vietnam, que es quizá una forma de convertir en heroísmo la profesión de presentador. En Canal Sur los presentadores son más que eso, son artificieros, son soldados abatidos en su misión, son valientes que se juegan la vida por su audiencia de mesa camilla y vuelven recién ametrallados a seguir defendiendo la colina de la vulgaridad, arrastrando una pierna que cuelga y sacándose las balas con cuchillos. Canal Sur necesita sus generales rodeados, el pirata con la pata de palo que guarda el último cañón o el francotirador que resiste con las tripas fuera, el héroe que muere matando y con las botas puestas para que al pueblo no le falte la risotada. Nada puede impedir que Canal Sur cumpla con su sagrada cruzada, y si el presentador que la capitanea tiene que aparecer con una flecha clavada, pues mejor, que eso aún enardece más. Quién se atreverá a decir que sólo se trata de acomodados y biencomidos que viven a costa de la idiotización del pueblo, cuando están ahí con su pierna volada y la última granada en la boca. Esa misión de audaces suya, esa manera de ser mártires y espartanos... Le deseo a Juan y Medio una pronta y total recuperación, pero creo que desaprovechó el efecto. Si hubiera hecho coincidir su regreso entre morteros con alguno de sus telemaratones, Andalucía entera habría llorado como en El paciente inglés.


Campos magnéticos. No era la hora del miedo, sino la de las cocinillas, pero en Mira la vida querían un rato de susto y misterio y se dispusieron a encogernos el corazón con lo que tenían a mano, que eran sólo focos y abrelatas. Invitaron a Javier Sierra y a Enrique de Vicente, vividores de estos asuntos, y Mariló Maldonado hizo con ellos el intento de meter todo Iker Jiménez en diez minutos de turmix, mezclando caras de Bélmez, apocalipsis mayas, espiritismos de comedor, cuberterías enterradas de Dan Brown, poltergeist (ella dijo “postelgeis”, o sea, algo así como unos pósteres gays para chinos), y en ese plan. Pero, entre tantos enigmas chorras pasándonos la mano por la nuca, en ese ambiente en el que se pretende que dé miedo hasta abrir la nevera, lo más terrorífico, lo más acojonante eran... ¡los campos magnéticos! Poniendo toda la cara de misterio de la que era capaz, la presentadora miró a la cámara y, como si de fondo aullara un hombre lobo, su pregunta nos erizó a todos el espinazo: “¿Hay algún campo magnético aquí?”. Mujer, esperemos que sí, al menos el de la Tierra, porque sin él nos freirían los rayos cósmicos y el viento solar, y eso sería más chungo que el fin del mundo de los mayas. Lo que ocurre es que ella no se acuerda de la EGB, cuando nos explicaban lo del campo magnético terrestre, los bonitos cinturones de Van Allen y demás. Mariló tiene que temblar ante una brújula, y no digamos ante los imanes de frigorífico. Qué miedo esos plátanos y cerezas que aguantan los dibujos de los hijos y la lista de la compra, signos sin duda de espíritus y presencias... Espero que al decir yo ahora que, en realidad, cualquier carga eléctrica en movimiento genera un campo magnético, ella no se tenga que esconder debajo de la cama. “Cuéntame cosas que me hagan dormir esta noche, ¿eh?”, le pedía ella a Javier Sierra, que sólo había dicho que “vivimos rodeados de cosas invisibles”. Lo mal que lo debe de pasar con las emisiones de FM, la pobre. Pues aun así, se levantaron con un medidor para intentar localizar un campo magnético especialmente intenso (“si está encantado no me lo digas, que entonces el lunes no vengo”, insistía ella). Y fue entonces cuando a todos se nos paró el pulso al encontrar uno... ¡provocado por una bombilla de bajo consumo! “Ahí, ahí justo había un campo magnético y lo hemos detectado”, decía asombrada Mariló Maldonado, señalando a la bombilla más como a un nido de ratones que como a un vórtice de otra dimensión. La ignorancia sí que da miedo, más que los muertos y las bombillas.


Para qué. Se preguntarán si no voy a recrearme en el Consejo de Ministros de Sevilla, en los directos, embelesos, regalos, salvaciones y preces de Canal Sur al respecto. Pues no. Para qué. Si nos creemos que hay duendes en las bombillas, cómo entrar en el misterio de que Canal Sur narre como un milagro mariano el aura de la economía sostenible o una deuda histórica liquidada con dos milloncejos y algunos descampados.

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