No, este congreso no ha cambiado nada. Ya lo sentenció Felipe González, que está entre chocho, pirata y reverenda madre: se ha pasado de un “cosecha del 82” a otro. Para este relevo de sumiller, hecho en las cuevas sin mover las telarañas del vino y del aire, no hacía falta tanta gente, supernovas, cortinajes ni amenazas de sangre. No ha cambiado el discurso: ellos son los padrecitos bienhechores de nuestra historia, este pueblo tiene una alianza mosaica con ellos, Andalucía está que se sale, sigue ese sonajero de la “economía sostenible” o el otro que se inventó Griñán, la “economía de la igualdad”; la derecha es malísima, los banqueros con purazo han traído el paro, el optimismo les dora la frente y las células madre o “el potencial climático” (?) hacen innecesario el pan de cada día.
Y tampoco ha cambiado tanto la Ejecutiva Regional: es rocosamente aparatista y sigue apoyada en la herencia de Pizarro (por eso se abrazaban a él al ir subiendo como mises a la tarima). ¿Dónde están “los mejores”, la “excelencia”, “la inteligencia y la capacidad” que invocaba Griñán? ¿En Rafael Velasco, en ese Cabaña que se les rebotó pero era fijo en la quiniela? Bueno, sí hay una novedad: una “secretaría de redes sociales” que nos twiteará el hambre. Por no cambiar, no ha cambiado ni su cinismo: exhortaba Griñán a que los socialistas salieran a pregonar sus ideas porque ellos no tienen medios de comunicación (!); hablaban de “relevo modélico” en la presidencia de la Junta, decían que Andalucía “ha derribado los muros de los tópicos”, presumían de una deuda histórica medio cobrada en monedas de chocolate, abanderaban la democracia interna con números búlgaros y, en fin, nos tomaban el pelo con idéntica arrogancia.
Estaba por salir Griñán a hacerse el emocionado y el guerrero, pero los más críticos (alguno hay) me hablaban de Lampedusa (ya saben, eso de “cambiar todo para que todo siga igual”) y de cierta decepción después de haberle dado al nuevo Secretario General un cheque en blanco para que, finalmente, deje el mismo paisaje con barquitos. Quizá lo compense en la renovación del gobierno, me decían. Pero, mientras, en el pantallón, a Griñán le daban enhorabuenas compañeros, actrices, cantantes, Barenboim confundiendo la política con un minué, y hasta unas limpiadoras que lo atienden, orgullosas de que el Presidente les salude (vaya recurso indecente, una Juani diciendo lo bueno que es el señorito). Luego subió Zapatero a inflar todo su socialismo faquir desde Andalucía, a augurarle triunfos y a regalarle espejitos mágicos a Griñán, a ver en las costillas de esta tierra innovaciones y conquistas, y a seguir subiéndonos en su caballo de cartón.
Todo rápido y limpio como un buen crimen, sí. Con la multitud aplaudiendo, Chaves acabó en su sarcófago y Griñán en su triclinio. Todavía queda una duda, porque estas dos posturas llaman casi igual al veneno y a la daga. Pero, de momento, por entre las cascadas artificiales del Palacio de Congresos de Sevilla, hacia un sol como vestido de comediante para ese día, creo que el que salía era Lampedusa coronado.
Foto: Jesús Morón
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