
Teología de la lluvia. Llovía con los ángeles convertidos en gárgolas y las imágenes en su templo como hijos en el hospital. Ante esto, se puede decir una chorrada o hacer elevadísima teología. La chorrada fue la de Fran Rivera, que comentó a los cámaras del informativo de Canal Sur que “debería estar prohibido llover en Semana Santa”. Sí, que lo prohíban. O que él rece al Meteosat. La lección de teología la dio una señora que pedía explicaciones a su Cristo: “¿Por qué, Señor?”, le gritaba. Ahí estaba toda la humanidad con la pregunta inmemorial a los dioses por su silencio y quietud. ¿Por qué llueve hoy, o por qué sufren los inocentes? La cuestión fundamental acerca de los dioses quizá no es tanto si puede haberlos como la evidencia de que, si los hubiese, no se preocupan en absoluto por nosotros. Qué gran lección de teología la de esta señora.
Del chiste a la procesión. Me sonó el nombre cuando lo rotularon, pero al principio no caí. Uno de los comentaristas de la desfallecida Madrugá sin procesiones de Canal Sur era Eloy Botello. Hasta que lo recordé. Sí, es el mismo nombre que solía firmar esos guiones criminales de los teatrillos de Nochevieja en Canal Sur. Había pasado de los chistes de pichas y los rozones y dobles sentidos rijosillos de estilo Jaimito a la piedad más santurrona. Quizá todo forma parte de nuestra misma idiosincrasia.
Coda del ateo. Los Cristos y los legionarios, Canal Sur y sus homilías, la lluvia y las lágrimas... En la televisión andaluza se mojaban las catedrales por dentro, en las calles se esperó a los dioses como paracaidistas que no bajaron, y este ateo contempló la ausencia y el silencio de los dioses y se dio cuenta de que nada había cambiado en el mundo, en realidad. La televisión se llenaba de duras perlas en el cielo, en los mantos y en los huesos, y en los artículos del periódico muchos se empeñaban en convencernos de que sin la religión (su religión) sólo hay vacío. Ése es el problema, tan humano, el vacío... Y una respuesta, también muy humana, es llenar ese vacío con mentiras, las primeras que se encuentran además, alrededor de la choza de la tribu. Para el que se conforme con eso, claro. Es una respuesta, pero no la única y desde luego no la mejor. Yo sigo pensando que si el ser humano no encuentra otra cosa para llenarse que la mentira, sea bella o cobarde, es que esperamos muy poco de nosotros mismos. O no esperamos nada. Y ése sí que es un vacío doloroso, descorazonador y terrible.
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