
Hambre de baloncesto. No soporto el fútbol que nos pone ahora la televisión, esos trofeos de verano con equipos paquete y público de barbacoa, donde los jugadores de aquí salen todavía con el cubata o la piña colada y los que vienen de fuera parecen esos grupos que tocan la quena en la calle. Canal Sur intenta glorificar esas noches lacias en las que nuestros equipos se mueven como golfistas, pero su fútbol cargado de cocos y su retórica prebélica me aburren como la playa. Lo que pasa, claro, es que yo tengo hambre de baloncesto, ese deporte de astronautas en la tierra. Hasta vuelve uno a quedar con los colegas para echar unas canastas, habitual y patético intento de los treintañeros por recuperar lo que ya se perdió hace mucho, la puntería y el fuelle, la juventud y el driblin. Hambre de baloncesto, ganas de que empiece el Eurobasket. La selección con más talento que hemos tenido, con rayos en las manos como los dioses, se entrena en Cádiz y sin embargo en La Nuestra sólo veo, como siempre, la cara de higo de Lopera, el culito de Shin Chan (ya saben que así llaman los sevillistas al logotipo del centenario bético), defensas fichados entre estibadores, confesiones idiotas de tuercebotas y meapilas. Los campeones del mundo, atletas con postura de constelación, se preparan aquí pero no aparecen, no consigo verlos en Canal Sur, donde sale repetido cien veces cada remate de cabeza de los equipos segundones. Aquí basta el furbo como nos basta la plazoleta.
Apagones. No sabe uno, de todas formas, si esto de no ver a nuestros chicos de oro del baloncesto en Canal Sur nos ahorra penas y vergüenzas. Así no nos encontramos con la fea noticia de que pasan un calor inhumano en el pabellón de San Fernando porque no hay aire acondicionado, sólo abren las puertas para que entre el fresquito como hacía mi abuela (¿tendrán botijos en los entrenamientos?). Claro que esto no es nada comparado con lo que pasó el otro día en el primer partido de preparación, en Jerez, donde saltaron los plomos y se fue la luz. “En Andalucía puede ocurrir cualquier cosa, pero igual que en el resto de España”, decía tontamente alguien que entrevistaba La Sexta. Mientras, Andrés Montes e Iturriaga hacían chistes (“ahora va a empezar el concierto”, o algo así creo recordar que decían) y se preguntaban si los venezolanos con los que competíamos se habrían sorprendido de que en Occidente también se fuera la luz. Sí, se fue la luz como en las películas de vampiros y, sin dejar el terror clásico, uno se imaginaba a los técnicos trajinando con brutales interruptores diferenciales como guillotinas, igual que los que manejaba el doctor Frankenstein... Tercermundista fue aquello. O no, miren. A lo mejor es que nos estamos acercando al nivel de Cataluña. Después de ese apagón en Jerez, en directo para la televisión, si empiezan a colapsarse nuestros aeropuertos y a atascarse los trenes de cercanías con cascotes o con vacas, es que ya estamos llegando al liderazgo económico del país, como ellos. Ciertamente, aquello fue una prueba de que nuestro Estatuto de Autonomía se está desarrollando tan brillantemente como allí. Bendito apagón. Y yo creyendo que aquello nos estaba dejando de nuevo como zulúes...
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