España se ha encontrado con España en la épica primitiva, en la teatralización de la guerra. Antes que en una tierra, una lengua o un dios, la patria se define en un ejército y en sus enemigos en hilera. Hace falta un Otro para ser Yo, hacen falta Ellos para ser Nosotros, en el fútbol o en la política, entre partidos o entre naciones (sean lo que sean hoy en día las naciones). Y esto emborracha y asalvaja. Hemos visto la gloria salpicar en las fuentes, hemos amanecido un día peinando ebrios nuestras banderas y disponiendo balcones como cañoneras para flores. Felices, simplemente, de ser algo, de pertenecer a algo. La gente no suele esperar ni atreverse a decidir lo que es o lo que quiere ser: se encuentra muy contenta con que se lo digan. Es la identidad otorgada, en vez de la identidad buscada, que es ese trabajo íntimo que ya ponían en Delfos como primer propósito: “conócete a ti mismo”. Una fiesta mojada porque el triunfo nos había regalado una identidad, eso han sido estos días.
“Me alegro mucho de ser español”, declaró Casillas con los laureles de oro. Pero no creo que “ser” español diga nada sobre lo que es Casillas, ni sobre lo que somos cada uno de nosotros. Es decir, no creo que “ser” español nos adjetive. Se podría decir lo mismo de ser andaluz o catalán o vasco. Pero el problema no es de cariz ontológico. El problema es más práctico: qué ocurre cuando las identidades colectivas chocan con la identidad del individuo singular y libre, y, aún más, con sus derechos. Éste es el problema que representan los nacionalismos: supuestos derechos de los territorios por encima de los de los ciudadanos, afán homogeneizador y uniformante, intento de hacer desaparecer al individuo en su pertenencia al grupo... Lo grave no es decirte que eres español o andaluz o vasco, sino “cómo” hay que ser español, andaluz o vasco. Esto es lo que empieza a ser un crimen contra la libertad. Y es el crimen que las castas locales de poder perpetran para mantenerse a ellas mismas. Por eso llegan a dividirnos entre buenos y malos andaluces o catalanes o vascos o españoles, según lo que ellos han convenido en definir como “ser”, que no es más que pensar, ambicionar y sentir de la misma forma en que ellos lo hacen, cerrando el pavoroso círculo de sus intereses: “Andalucía (o Cataluña o el País Vasco o España) es lo que nosotros definimos, representamos y fomentamos; así que para ser de verdad andaluz (o catalán o vasco o español) tenéis que votarnos a nosotros”. Vivamos la gloria ajena, seamos lo que son los demás. Si se sienten satisfechos con eso, salgan a las plazas y salten con su tribu, por el fútbol o por otras guerras. Si no, reaccionen y luchen por su libertad como auténticos ciudadanos.
2 comentarios:
luis eso no fue un fumadeo la leche que mamaste
No sé qué decirte. Lo cierto es que no somos españoles, sino que nuestra nacionalidad es la española igual que sería otra si hubiéramos caído en otro sitio. Yo disfruté muchísimo el triunfo de la selección, pero lo que te define muchas veces no es lo que eres sino lo que no eres, tus diferencias con el otro.
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