Épica. Esa vieja épica, la historia que puso lágrimas en las barbas y la pana, una guerra contra enemigos canallas y como afracensados, esas manifestaciones con un verde como de fruta que se quemó. Este 28-F ha sido más redondo en número, pero idéntico a los anteriores. Los reportajes del pueblo subido a sus banderas, la pizarra casi radiofónica del Casino de la Exposición, las zancadillas de la UCD, las canciones y pelos como de Lole y Manuel retratando ese indigenismo tierno, esperanzador y algo pirata cuando la autonomía parecía una descolonización. En Los reporteros, una mujer que pedía entonces el sí en el referéndum “para que haya justicia social en Andalucía” resumía toda la ingenuidad de aquella infancia. Sí, porque aquella autonomía de cantautor luego se nos hizo burocracia, creó dueños, acomodados y vividores, élites complacientes y sesteras, mientras el pueblo seguía pobre, inculto y adulado en sus eternidades. Las banderas me parecían muy pisadas, como algo que se quedó por el suelo en el cumpleaños de unos niños. Tiene razón Anguita, al que Canal Sur nos mostraba en una cuña, seguramente sin entender que él estaba negando precisamente todo ese festivalismo satisfecho y dominguero de una autonomía que huele sus florones: no es un día de “celebración”, sino de “lucha”, decía Anguita. Sabe que hace treinta años no subimos a ninguna montaña ni ganamos ese paraíso de palomas blanquiverdes que nos pintan, sino que sólo nos dieron unos duros aperos que han acabado enterrados y mohosos igual que una herradura. Aquella Andalucía con tantas ganas de ser más, ¿qué han hecho con ella? Sólo sustituir una servidumbre por otra, unos padrastros por otros, unos balcones de guerra por unos balcones de verbena, un sueño por un dormir. Esa vieja épica, esa esperanza de tantas cosas, esa calle como despertada por el hambre. 30 años hace, 30 años llevamos echándole arena a todo aquello. Canal Sur le hacía reportajes y glorias y parecía una traición más que un homenaje.
Triunfo. Y tras Los reporteros, un especial de Se llama copla... Imposible nada más reivindicativo, luchador, rebelde; imposible un ejemplo más claro de lo que hemos conseguido después de treinta años: la revolución de unos mozos y mozas enjaezados cantando a su provincia. Mereció la pena aquel combate contra esclavitudes, señoritos y miserias, por ver este fruto, este triunfo. Esta Andalucía por fin liberada y dueña de sí misma se pone las enaguas de sus abuelas y se monta feliz en las jacas que la sometieron. Bravo.
La mosca. Lo miraban Griñán y Doraemon, Clavero y Mabel Mata, Eva González y Enrique Romero; lo miraban corridas de toros y discursos institucionales, maratones solidarios e himnos cantados con las tetas. Lo miraban como a la mosca de plástico que era, ese logotipo que había puesto Canal Sur durante “el gran día de Andalucía” y sus largas vísperas. Lo miraban en La banda unos escolares que jugaban a votar a los “10 andaluces más importantes de la historia” (una chiquilla votó a Bisbal, dándonos la perfecta medida de la pedagogía de lo “democrático” hoy en día). Lo miraban los políticos en el Parlamento y Andalucía entera desde sus antiguas rejas. Y yo también miraba, pero no me daba para medallas ni para orgullos toda esa colada de banderas.
1 comentario:
No se olvide ud. de Almería, a la que metieron por la fuerza en esa "fiesta" y de la que todavía lucha por salir.
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