18 de mayo de 2011

Los días persiguiéndose: Democracia real (17/05/2011)

Entre las caravanas de los partidos, con candidatos como Poseidón y discursos de vendedores de crecepelo, ha salido a la calle la gente normal, harta y primaveral para pedir otra democracia. No miren sólo a los musulmanes, con sus revoluciones con la alpargata en la mano, arrancándoles las barbas y los cojines del culo a sus sátrapas medievales. Aquí también hay personal para arrastrar un domingo por las aceras a la partitocracia corrupta, a los bancos que nunca pierden, a las oligarquías encamadas unas con otras. Y no son esos antisistema que enseñan las nalgas y al Che, puños entre espinas ni libros de Mao; no son anarcos perroflautas ni margaritos del amor en las caravanas ni ladrones de escaparates ni cojos Manteca. Son padres de familia y señoras de su casa y estudiantes sin futuro y licenciados sin trabajo ni un puto euro. Han salido desnudos de símbolos, sin el color de las sectas, hartos de los partidos mentirosos, de los saqueadores de lo público, de la invisibilidad y la pequeñez del ciudadano ante las tremebundas e inamovibles estructuras de poder que lo manejan todo. Atentos porque de la Red puede llegar otra revolución cuando, primero, creímos que las revoluciones no eran posibles y, luego, pensamos que sólo ocurren donde montan en camello y los dioses comen dátiles. El movimiento se llama Democracia Real Ya y ha salido de las redes sociales como los peinados de Lady Gaga, pero no hay que despreciarlo, sobre todo porque vienen con una bandera de unidad, pero no de unanimidad, y eso es muy prometedor. Llegan sin el sello de las ideologías de otro siglo (todas nuestras ideologías son aún de otro siglo), sin recitar viejas ortodoxias, sin un guión escrito por aparceros o monjas o maquinistas o lanceros muertos. Sólo piden una democracia más participativa y justa, y una libertad que se pueda tocar con la mano, no sólo en los papeles. Y éstas son palabras siempre poderosas y dulces.

Puede que ya no nos conformemos con domingos de procesión en los que votar eligiendo sólo entre carne o pescado, con las urnas como frigoríficos de pobre, y luego volver a casa para desaparecer como ciudadano hasta las próximas elecciones, mientras los partidos hacen negocio con nuestras papeletas. Existía la tesis de que la gente es feliz delegando, abandonándose, dejándolo todo en otras manos. Es una comodidad que entronca con Fromm y aquel miedo a la libertad o a la responsabilidad. Pero parece que algo está cambiando. La Democracia no es un punto, es más bien una curva asintótica, y quizá la gente se empieza a dar cuenta. Nuestra Democracia de partidos morrocotudos no es toda ni la mejor que puede haber. Su corrupción, su fracaso que esta crisis ha dejado en evidencia, su olvido de lo público, sus pesadas maquinarias orientadas a la consecución y al mantenimiento del poder; todas estas evidencias, digo, están calando en la gente, que empieza a reaccionar y se atreve a pedir algo mejor que puede que no sepan concretar, pero que intuyen que está ahí, avanzando un poco más en esa curva de la Democracia. Hemos visto, también en las calles de Andalucía, la primera señal de que hay hambre y necesidad de un cambio. No el cambio del que hablan siempre los políticos, que es traer su sillón donde estaba el del otro, sino una radical reforma de todo nuestro sistema. Pero, ¿cómo pedirles a los propios partidos que entreguen su poder y su monopolio a estas manos desnudas y sangrantes del pueblo vivo? Y además, ¿qué hacer? ¿Listas abiertas o mixtas, cambios en la Ley Electoral, atreverse incluso con la democracia directa? Aún no sabemos qué se haría y sobre todo quién, quizá algún partido valiente o suicida como UPyD. Pero que tomen nota los políticos: algo se mueve y hay palabras poderosas y dulces tomando la calle.

1 comentario:

Anónimo dijo...

di q siii
a las barricadas! A cerrar Urnas y a abrir neveras.