Viendo el
final de la temporada regular de la NBA, pensé que en la cancha se anota, se
falla, se ayuda o se estorba pero no se puede disimular lo que se es. Puedes
ser un arquero babilonio, o un barrendero de la zona, o un arquitecto de 20
segundos, o un paquete. Pero lo que seas, se ve pronto. Recordé que Savater
decía que la reflexión ética sería inmediata, apenas una consecuencia
matemática, si supiéramos para qué sirve el hombre. Sabemos qué debe hacer un
jugador de baloncesto, así que no es difícil distinguir los buenos de los
malos. Pero el hombre y la sociedad, ¿para qué sirven? El otro día me fui a
echar unas canastas con mi señora, con ese purismo de barrio que te da un balón
Kipsta y el patetismo del cuarentón que todavía quiere hacer de Petrovic. Quizá
sea difícil saber para qué sirven el hombre y la sociedad, y en consecuencia
cómo deberían ser la ética y la política. Pero pensé que nuestra política
parece un baloncesto de pachanga, aunque con mucho público que no se da cuenta
de la estafa.
Ni tiradores
con astrolabio, ni bases con gafas de relojero, ni alpinistas de gigantes… Nuestros
políticos sólo son paquetes que tiran melonazos al aro y se comen el balón. Basta
mirar los números que dejan partido tras partido y temporada tras temporada,
sobre todo en esta Andalucía que es como una liga regional japonesa de basket.
Eso sí, manejan dinero de grandes estrellas para ellos y sus séquitos. Es
cierto que la política es una hinchada, pero en el deporte, al menos, los
aficionados piden cabezas de entrenadores quemados y delanteros fondones. La
política de los mejores, esa gran liga que sólo soñamos… Únicamente tenemos
demagogos y chupones y pasotas y posturitas y puretas que han engordado de vanidad
y chicharrones. Si estará lejos esa política de los mejores, ya ven, que hasta hay
quien dice que el nuevo líder nacional del PSOE podría salir de Andalucía.
Sería como ver surgir de aquí una figura del béisbol. Sí, es fácil saber cuándo
es bueno o malo un político, sólo hay que ver lo que consigue de verdad en la
cancha, pasando de sus chulerías de boquilla. Y aquí nos gobiernan paquetes. Pero
seguimos asistiendo a sus pachangas.
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