Fuera
algodones. Ya están los ERE en el ágora nacional,
entre los tertulianos con peto, en las televisiones piscineras, con publicidad
por el medio, con el share de muslos y morbos y bolsazos, con verdades y
amarillismo. Zoido estuvo en 13TV hablando del caso (lo presentaron como “alcalde
de Sevilla”, ay, que es en lo que se va a quedar porque trabaja mucho para ello),
pero ya saben que ciertos rincones de la TDT sólo son para devotos. Más significativo
fue que trataran el asunto en Telecinco, más plaza del mercado que celosía de
creyentes. Si los ERE han llegado a El
gran debate de Telecinco es que ya están en el destripe oficial del país.
Pero esta vez han llegado como filón. Nuestros chorizos domingueros, nuestro
dinero paleto y nuestros políticos distraídos dan para el primetime zarzuelero
de toda España, pero sobre todo hay nombres y cargos (Chaves y Griñán) que
salen con pinta de ahorcado, y el personal querrá seguir viéndolos amoratados hasta
que palmen o se corte la cuerda. No es un programa que me guste, con menos
ratos de seriedad que de pressing catch
y diseñado para sobreexcitar y azuzar a hinchadas infantilmente, pero al menos
el caso quedó bastante claro. No se limitaron a sacarnos los caretos de esos
garrulos con billetes de 500 en el paquete, sino que fueron al meollo, al hecho
de que se diseñaron mecanismos y estructuras con el objetivo de convertir una
partida presupuestada y legal en un fondo discrecional e incontrolado que (fuera
esa la intención inicial o no) terminó sirviendo para el enriquecimiento de una
trama criminal. Ni los espíritus de las Mama Chicho pueden ensombrecer ciertas
evidencias. Hasta Javier Sardá dedicó pullas a la corrupción andaluza. El caso
ERE ha salido definitivamente de los algodones, mimos y convenientes lijados de
Canal Sur. Es precioso cuando las verdades suenan, además, a herejía.
El
mismo signo. Cristos con canana, Vírgenes con
bastón de mando, legionarios santeros, civilones de primera comunión, alcaldes monaguillos…
Esta Semana Santa, Canal Sur nos ha puesto clavos y flores para comer y cenar todos
los días, nos ha dado catequesis con buril, se ha desparramado en el meapilismo
como un manto… Pero sería injusto decir que esta especie de nacionalcatolicismo
que tan bien mece sea cosa suya. Canal Sur sólo lo recoge, lo agiganta y lo
aprovecha, como tantas otras cosas. Pero ya estaba ahí. Somos así, como una luz
de la España negra. La pulsión de la muerte, las perlas de la sangre, la
superstición de las piedras… Pero, más que nada, el escenificar, glorificar y
perfumar el sometimiento de todo individuo y autoridad a una religión; que
igual en el alma, el ayuntamiento, la garita o la televisión, todo parezca
arrodillarse, como en un Medievo sobrevenido, ante el mismo signo. El otro día,
el profesor Alfonso Lazo escribía aquí que, más o menos, Canal Sur colabora en
corromper una religión más verdadera o pura al reducirla al folclore cofrade.
No estoy de acuerdo. La religión es precisamente eso: miedo y amor a las
piedras, a los rayos y a la muerte; magia en los palitroques, las copas y las
trenzas. Lo demás (la teología, la escolástica) sí que es un artificio: el
intento desesperado (y fallido) de racionalizar lo irracional, de alforzar la
filosofía clásica para justificar unas convicciones previas ya asumidas por la
revelación, la fe o la comodidad. Decía Nietzsche en El Anticristo (cito de memoria), que “lo que tiene de criminal la
religión aumenta en la medida en que se acerca a la ciencia”, y que el peor
criminal sería “el filósofo” (religioso, se entiende). Evidentemente, no creo
que la religión sea criminal, pero sí que cuanto más se quiere acercar a la
ciencia, más tramposa se vuelve. Todo esto le da igual a Canal Sur, que sólo
sigue a la masa, haga genuflexiones o chistes púbicos. El nacionalcatolicismo
de La Nuestra nos ha metido por los ojos catecismos de oro, Cristos con
chubasquero, soldados salomónicos, concejales querubines y hasta romanos y
pelucones de Judea de horrorosos péplums de serie B. Pero por las calles ya paseaba
antes lo que éramos.
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