26 de abril de 2013

Somos Zapping: La Pantoja ha muerto (22/04/2013)



Goyesca. Lo de la Pantoja ha sido la primera condena goyesca. Aquí se tiene por goyesco ese tapiz o caja de galletas antigua que retrata a toreros con trabuco, bandoleros que juegan a la gallinita ciega y mujeres del pueblo con bombones en el pelo, todos en domingos ociosos y sacrificiales de faunos, relicarios y picardías. La Pantoja ha estado toda la vida en estas fiestas de los cafetales de la raza, en ese ambiente que la rodeaba de toreros vestidos de mulero o de cucurucho, igual acompañada por zahoríes o señorones, yendo de las corralas a los palacios, entre las migas y el lujo, entre el tafetán y un dinero zapatero. Este ambiente españolísimo que puede terminar en cuadro, en zarzuela, en barbería, en aquelarre o en calabozo con migueletes. Goyesca era la vida de la Pantoja, su corte albardonera, su artisteo empatillado, sus negocios de corro y jamonería, sus amores de pescante y sombrilla, de vendimia y altarcito, de muslo de costurera y macho de baraja. Goyesco ha sido su tropezón con esta justicia con capote, goyesca ha sido su condena con piñata, goyesco ha sido su desmayo en el diván del pintor de la historia, por morir seduciendo o seducir muriendo, estampa a la vez garrochista y aristocrática. Goyesco ha sido su final de entierro de la sardina. Y también goyesca ha sido esa venganza a la española que le han montado, nuestro garrote vil de tirarle del moño igual en las calles que en las televisiones. Nuestra secular bellaquería que aún se vuelve peor conducida por esta turba de repartir cuerdas y arrancar ojos. La Pantoja me parece igual de vulgar como artista que como delincuente. Eso sí, es muy literaria, y en este sentido más velazqueña que goyesca. A mí me da para muchas imágenes, pero ni para lapidaciones ni para ermitas. No hay aquí otros galeotes ni mártires…


Museo póstumo. La Pantoja se ha muerto. Por lo menos en Canal Sur. Porque si te sacan en una entrevista antigua de Jesús Quintero, con ese silencio de velas suyo ya cristianizado o acementeriado por las sombras, es que estás muerto. Y si están hablando de ti compadres y folclóricas con un fondo de melodía de violín forrado, guitarra metida en agua, acordeón de Chanquete o música de capilla, es que estás muerto. Y si salen tus primeras canciones, tus galas con pianos como mantones de manila y tus besos con las rosas, como en un reportaje cutre de boda, es que está muerto. Y si Inmaculada Casal te dedica un melenazo de luto, como en el entierro de un loro de la casa de Alba, es que estás muerto. Pero, sobre todo, si sales con Chaves dándote una medalla, es que estás muerto. Canal Sur mató a Isabel Pantoja con retrospectivas, especiales y homenajes. La mató de pura reverencia, porque tributos así sólo se hacen a los muertos. Y a muertos heroicos o antropológicos. Pero que condenen a una tonadillera por blanqueo de capitales y Canal Sur responda levantándole un museo póstumo… Sólo si hubiera muerto lo entendería. Pero la Pantoja simplemente estaba desmayada como una marquesota en verano. A lo mejor ensayaban para homenajear a otros delincuentes de mayor rango que pudieran caer por aquí. O sólo fue vergonzoso, sin más excusa ni planificación, a la manera habitual de Canal Sur.


Enfadarse con los catalanes. En La semana más larga, especie de Tribunal de la Mesta de lo andaluz, se reunieron de nuevo para reivindicar la dignidad de nuestro pueblo frente a los faltones forasteros. Estaban Manu Sánchez, que lleva dondequiera que vaya, como un lord del humor, esa dignidad nuestra en su serón; una chavala que había colgado algo en YouTube (por dar una visión académica, supongo, o quizá porque Omaíta no pudo asistir), y el presidente de la Asociación de la Prensa de Sevilla, Rafael Rodríguez, especie de vigilante de ofensas y vejaciones, como el tío de la linterna de aquellos cines. Ya ven. En Canal Sur. Contra los tópicos. Contra la visión deformada de lo andaluz. Hay que tener más cojones que cara para eso. Cuando vi que Juan y Medio había montado un tablaíllo casetero con chiquillos, volví a enfadarme mucho con los catalanes.

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