Se
acercaba el 28-F del 2011 y Canal Sur lucía nuestras banderas como manteles de
pobre y preparaba especiales sobre las glorias de la autonomía. Un día le tocó
a la “cultura”, palabra que en estas apoteosis nacionales suena siempre un poco
soviética. Con Morena clara de fondo,
con Imperio Argentina y Miguel Ligero trincados por civilones por aquel robo bíblico
de los jamones, la locutora proclamó orgullosa que, al transferirse a Andalucía
las competencias sobre cultura, “se daba por terminada una larga etapa que
reflejaba a nivel nacional la imagen de una Andalucía plagada de tópicos en los
que los señoritos, los cantaores, los toreros y las folclóricas eran los
principales protagonistas”. Imperio Argentina, con caracoles en el pelo y en la
voz, era exhibida como nuestra María Antonieta folclórica, sacrificados su
cuello y su reojo por la dignidad autonomista. Sí, esto hacían en Canal Sur, la
cadena que es una churrería de morenas
claras. No creo que dijeran aquello por cinismo. Creo que, simplemente, se
han acostumbrado a ignorar sus contradicciones.
Canal
Sur es un museo del topicazo: toreros de la luna, gitanillos del hambre,
adoradores de puñales, tonadilleras con carita de jilguero, novias de los
jamones, chistosos indigentes, palmeros avinados, harones con sueños de pajar… La
autonomía no sólo no acabó con nuestros aciagos tópicos, sino que los incorporó
a esa nueva identidad administrativo-sentimental aceptándolos como carácter,
raza, emoción y orgullo, aunque intentando anular la carga peyorativa.
Convencernos de que aun pobres e incultos somos y seremos afortunados es muy
conveniente cuando nuestros gobernantes han visto que es más fácil y barato
adular al pueblo en sus harapos que sacarlo del pozo. En esa tarea de hacer de
la necesidad virtud, de nuestros defectos casticismo y de nuestra penuria una
feria, Canal Sur ha sido el gran instrumento complaciente, resignante y
zalamero.
Canal
Sur es ese altarcito del tópico, ese mueble bar de los 50. Nos cría como para
maletillas, alimenta a los cachorros del folclore y el chistosismo desde
pequeñitos, con Juan y Medio arrimándolos a sevillanistas que parecen
banderilleros y a graciosillos que parecen borrachos dándose patadas en el culo.
Nuevas folclóricas (y folclóricos) compiten en remesas por parecerse a las
muertas o planchar con carbón. El arte sin escuela, el que nos corresponde como
le corresponde correr a una raza de caballos, nos mete en la tinaja de nuestros
abuelos y la juventud vuelve a expectorar lunares, lagrimones, amores
rejoneadores y un espantoso retrofranquismo estético. Y el que no va con
peineta, va con guitarrilla y cajón, como cantando en una barbería. El
moranquismo sigue de la picha al camastro y de la taberna al solecismo, nada da
más risa que la ignorancia y el ronquido y no dejamos el humor de criado, la
gracia como escapatoria o escaqueo, igual que Miguel Ligero.
Ferias de
cachetes colorados, viudas de dios enrejadas en la calle, romerías del vino y
la revolera, caballos bailarines, taleguillas, relicarios, candeladas… Es el
parque temático para guiris que nos han construido para nosotros mismos. Pero
aunque el folclore ocupe toda la cultura, aunque Canal Sur nos disfrace cada
día de andaluces de Berlanga, aunque pretendan que la vulgaridad y la
ignorancia sean galones de autenticidad, el más dañino de los tópicos, y que no
necesita de costurería especial, es el de la alegría indolente. Ese “con este
sol y esta alegría” con que Roberto Sánchez Benítez ventiló la crisis; eso que
hace que la Junta te felicite “por tu optimismo, por tu sencillez, por tu
generosidad”. La alegría indolente que además te dicen que significa bondad.
Por eso en el Facebook de Tiene arreglo
pusieron esto: “Que Andalucia esta dormia dicen cuatro "espabilaos",
¿Aqui dormios? ¡Tonterias! Lo que somos es honraos” (sic).
Es el andaluz
que todavía no se ha podido alejar de la silla de enea ni de la maceta de su
raza. ¿Dejar atrás Morena clara? Aquí
le han puesto dos cohetes.
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