Tribu de
cocos. Los concursantes de Splash parecen género de pollería.
Pollos pelados que tiran a un balde para entrevistarlos luego con las tetas
mojadas. Así es ese esperpento hecho alrededor de una piscina de focas o de
Curro el del Caribe o de hermanas Hurtado jugando a Esther Williams, como si se
bañara allí un circo entero. La gente va con tipito o con alforzas, con cabeza
de buzo o canilla de grulla, con agilidad o cague, pero los andaluces van con algo
más. Sí, he visto a Falete y Jesulín, folclóricos y toreros como nos
corresponde. A Jesulín querían copiarle la tragedia siempre inguinal de nuestro
casticismo taurino y alternaban planos de su mujer llorosa y de sus cicatrices,
como si fuera a entrar a matar en esa película, Blancanieves (vaya lumbreras: volvamos a hacer cine mudo, y
cantantas barrocas…). A Falete, por su parte, le plantaron en la plataforma de
salto el altarcito portátil que se lleva él a los viajes, especie de costurero
de santos, tendedero de estampas o palanganero piadoso. Si a los andaluces nos
montan un rodaje para nuestros mitos o nos sacan el armario de nuestras
vírgenes, incluso allí en lo alto de un trampolín, es porque nos ven siempre
con nuestros abalorios. Somos como antiguos egipcios de jeroglífico, cargando
con nuestras máscaras, leyendas, posturitas, magias y dioses con cabeza de
bicho. Los otros concursantes iban simplemente en bañador o en trikini, más
garbosos o más apatatados, pero el andaluz tiene que ir con los cocos de su
tribu colgados del cuello o del alma, cocos que hay que hacer sonar con
amaneramientos, gracietas o juramentos. Los andaluces caían a la piscina como
aquellos negros porteadores de Tarzán
por el precipicio, cagados por el yuyu o juju,
palabra que significa fetiche, amuleto o hechizo. Somos esos exóticos nativos que
reciben a los forasteros mojándose el culo en la canoa.
Cruella. Está muy visto lo de Mercedes Alaya entrando y
saliendo de los juzgados con sus maletas de ruedines y sus carpetones, siempre
con algo de amazona y algo de bailarina. Para no cansar a la gente, Canal Sur
debería cambiar esas imágenes de recurso. Podría poner a Cruella de Vil, o algún
personaje adecuado al asco, al miedo y a las ganas que le tiene La Nuestra a la
jueza, que son los que le tienen ustedes ya saben… El otro día me iba quedando
más y más pasmado a medida que escuchaba esta increíble pieza que firmaba
Bárbara Ruiz en el informativo: “Tras seis meses de baja, la jueza Mercedes
Alaya ha vuelto, y con ella la polémica y el conflicto. Ha conseguido que el
TSJA admita su petición. Ella va a seguir llevando las macrocausas mediáticas
que la han convertido en jueza estrella (…). Ha logrado el monopolio de las
causas (…). Detrás de esta actitud inusual en la historia judicial, pero que no
ha sorprendido viniendo de esta jueza peculiar y polémica, subyace una cuestión
clave: las causas, ¿son propiedad de los jueces o de los juzgados a los que han
llegado?”. Y todavía seguía, elucubrando que “el TSJA se ha tenido que dividir
entre dos intereses: el derecho de los jueces a continuar hasta el final con
las causas iniciadas por ellos, frente al derecho de los imputados a tener un
proceso rápido y de la sociedad a obtener respuestas satisfactorias” (¿es que
son excluyentes?). Qué tierna inquina. Pero si parece Boyero con Almodóvar. O
yo con Roberto Sánchez Benítez. O Pablo Carrasco conmigo… En fin, estaría bien obtener
respuestas satisfactorias de la Justicia, ver a los mangantes con su castigo e
incluso conseguir que los medios públicos no lavaran culos políticos. Por lo
menos, tan a la vista.
Interinos. Ha dimitido Pablo Carrasco porque el servicio
público no llena tanto cuando te recortan el sueldo y los trabajadores se te
rebotan. Pero no se alarmen: la RTVA, como el Vaticano, funciona por inercia de
sus mecedoras, sin jefe. De momento, para no tener que pactar con el PP, el
bipartito legalizará la solución de una interinidad sin prisa. Parece que el
sustituto será Joaquín Durán, pero yo había escuchado que, por aquello de la
continuidad del proyecto, podría a ser Flaman.
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