Da
igual que Chávez llevara la patria pintada en los calzones. En una democracia
de verdad, un solo hombre nunca es tan importante. Resulta curioso que ciertas
ideologías que dicen venir directamente del Pueblo, o volver a él, siempre
terminen rendidas a un liderazgo carismático, personalista y mesiánico. Y
bastante ridículo, añadiría. No importa si se parte del Volksgeist herderiano, del
concepto marxista de clase o de un paternalismo condescendiente y lastimero; si
son los colores pardos del fascismo, los rojos del comunismo o los tutifruti de
populismos peronistas, priístas o berlusconianos: siempre terminan en un
fantoche al que la Patria, la Verdad y el Pueblo, todos tan grandes, le caben
sin embargo perfectamente en el chaleco y en la bocaza. Y los maneja él solito
sin problemas, sin más asesores que Dios o la Historia. Cuánta razón tenía
Erich Fromm cuando nos decía que la crisis de la civilización occidental se
manifestaba en el miedo a la libertad: por un lado, el político, en el placer de
poder/sometimiento de las ideologías totalitarias; y por otro lado, el
sociocultural, en la alegre y rendida disolución en un pensamiento homogeneizado
y uniformante. “¿Libertad para qué?”, le dijo Lenin a Fernando de los Ríos. No
nos consideremos tan avanzados, porque hay demasiados que siguen poniendo por
delante de la libertad sentimentalismos, colorines, comodidad, soledad, odios, enemigos
o simple migajón. “El mesías de los pobres”, llamaban a Chávez. En la España de
Franco también decían eso de “ni un hogar sin lumbre ni una mesa sin pan”. Hubo
a quien le bastó y ya no se quejó más.
Chávez,
obispazo del pueblo, spiderman anticapitalista, cantante de la OTI de la
demagogia, generalón vestido de entrenador de fútbol, reyezuelo sobre la
colchoneta piscinera de la gente… Y otro que pensaba que la justicia y la libertad
no van juntas; otro aprovechado de la democracia bongosera, sólo de bulto, simple
tiranía de la masa que desprecia, arrincona o subordina los derechos
individuales. Normal que Chávez sea el héroe de esa izquierda nuestra que
comparte el mismo carnaval ideológico hecho con contradicciones, harapos y
colmenas zumbadoras; esa izquierda que está de luto, con Valderas como una viuda
de Semana Santa; esa izquierda que aquí gobierna, no lo olvidemos, y que ya
manifestó su interés por trasplantar a Andalucía soluciones y modelos bolivarianos. Chávez se ha muerto como
un papa en chándal y la democracia no tiene papas porque entonces es otra cosa.
Pero esa izquierda de aquí, que es santera y mogollonera, no sabe qué es la
democracia. En realidad, no sabe ni qué es ella misma. Pero se pinta el pueblo
en los calzones, le hace cortes de manga al dinero, da de comer canciones a los
pobres, se caga o se postra en lugares estratégicos del mapa y habla con esa
voz agrutada que tiene la unanimidad. Lo
mismo algún día triunfa. Cuando nos dé un poco más de miedo la libertad.
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