30 de marzo de 2013

Hoy viernes: Pasión de Rajoy en Doñana (29/03/2013)


Vienen los cristos con paraguas, como londinenses salpicados o arrollados por carrozas, y viene también Rajoy, que yo digo siempre que es el paraguas que se dejó Aznar. Rajoy descansa otra vez su cabeza en el pubis del Guadalquivir, por el que baja como un sudor de mujer una edad de bronce de pájaros, morerías, coronas y dolorosas. El presidente se refugia en una selva húmeda, bajo la hoja goteante del sur, ahora que nos llueve como si sacudieran esos ángeles con surtidor de las cornisas y las cantatas. La lluvia condecora a los hombres tristes y hace a los dioses aún más mendigos. Rajoy es un hombre triste en una época triste, y se ha resignado a un tenebrismo de iglesia por no desentonar. Los paraguas guardan dentro la lluvia para después, y Rajoy, ese paraguas de Aznar, parece guardar todas las desgracias que aún nos esperan, pero que le rebosan como por las mangas, sin que pueda evitarlo. Rajoy no dice nada y no hace mucho, sólo mira como una especie de María Magdalena que se hubiera colado en Los puentes de Madison, aquella película donde llovía para despegar a los amantes de su amor igual que un cartel de circo de la pared. El presidente ha llegado al sitio perfecto para que su silencio, su quietismo y su escurrir hagan paisaje en vez de calamidades.

Doñana es una celda con pan y agua y cielo donde han penado o se han vuelto locos calderonianamente otros presidentes y otras etapas de nuestra democracia. Rajoy, allí, bajo estrellas purísimas sin halo y aves que cazan los sonidos lejanos, quizá escuchará la Andalucía que pasea a sus dioses con capote; los ruidos de tambores y cuerdas, de prendimientos y monedas, que este año vienen con otros ladrones de verdad, listillos con gladiolo en el culo que saben que el oro andaluz no se vierte en el pelo de las tallas barrocas, sino que está en el cajón sin llave del dinero público. Y quizá Rajoy piense, mientras oye muy lejos trompetas arrojando clavos o aterciopelando costras, que si no hubiera negado más de tres veces que el PP manejó dinero negro como todos los que han llegado al poder, si hubiera encarado con valentía ese calvario y purificado el partido, ahora tendría otra altura moral ante los sinvergüenzas de agropop de los ERE.

Todo el dolor crujiendo, toda la sangre en floreros, todo el hierro en los ojos, toda la muerte de boda; así está esta Semana Santa hilando sombras con una gran rueca en cada esquina, así está quizá todo el país con el alma apagada como un farol. En Doñana surge el cielo como una concha desde las raíces acuáticas del mundo, como una capilla levantada en los árboles. Rajoy ha venido al sur donde la naturaleza tiene su peinador, donde mueren los dioses con sus borriquillos y los pillos palmean carceleras. Estamos acostumbrados a que los dioses callen y la muerte ruede. Pero un gobernante no se puede permitir eso. Aunque ya se vea crucificado en su paraguas o ahogado por estrellas y juncos.


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