Da la impresión de que todo acaba o comienza,
pero es el mareo de dar tantas vueltas. El 15M, con las chanclas de la
democracia o sólo del chiringuito, empezó una protesta o un reventón y luego
fue usado por los partidos del sistema o del antisistema, que tienen la misma
hambre. Parecía nuevo como una novia, pero no lo era tanto. Y la crisis, la
puta crisis, nos decían que venía del skyline
de Manhattan, que son los puñales del dinero contra el mismo Dios. La codicia
de los brokers como ascensoristas
ambiciosos, el capitalismo ahíto de sangre y champán, la desregulación de la
banca americana que ya no trabajaba con oro ni moneda, sino con apuestas contra
el mismo dinero o el futuro… Menos nos hablaban aquí de la casta política que
mangoneaba en las cajas de ahorro, que había hecho babilonias de las
autonomías, que tenían esperando para vivir del presupuesto a miles de hijos
eclosionados en sus colmenas. Un gasto desmesurado, una deuda irresponsable de
pródigos y crápulas y mangantes, justo cuando huían los piratas que nos podían
dejar dinero: eso es lo que nos pasó, lo que nos pasa.
Parece
que hemos salido un día en bicicleta y hemos descubierto que los partidos son
iglesias de poder, que el dinero no puede multiplicarse a partir de su propia
respiración, que los prestamistas nos piden una libra de nuestra carne. Pero es
falso que nadie viera venir esto. Lo vieron en USA, pero los organismos
reguladores estaban concienzudamente desactivados y los que se hacían millonarios
traficando con nubes de papel cortaban las manos a los que advertían del crash. Y aquí, ¿cuándo vimos venir
nuestra propia crisis, la política, la institucional, la de legitimidad
democrática? ¿Ahora, cuando sacan tijeras de corcho en las manifestaciones,
cuando Rajoy parece un cirio negro apagado, cuando se ríen los sinvergüenzas de
los ERE, cuando nos sorprende que los partidos repartan el dinero de las
mordidas y los sobornos? No, eso es lo que nos parece, sobre todo a los
jóvenes, que sólo recuerdan unos pocos veranos y besos. Hasta que llega un
viejo guerrero y nos dice que todo esto tenía que pasar.
La
entrevista que Victoria Prego le hizo a Alfonso Osorio este domingo tendría que
lanzarse desde aviones, para que cubriera las calles como suministro médico de
guerra. Los que tuvieron que construir sobre escombros esta imperfecta democracia,
entre el reojo de los espadones, las exigencias de la periferia y el abrazo con
asco de las dos Españas, ya se plantearon qué podía pasar si los partidos se sostenían
en listas cerradas y bloqueadas. Se pensó sólo para las primeras elecciones,
pero una vez que se vieron en ese trono, nadie les pudo bajar. “Esto no es una
democracia, es una oligarquía de los gabinetes de los partidos”, diagnostica el
viejo prócer con razón. Y esa oligarquía lo decide todo, incluyendo los jueces que
tendrían que juzgarlos. Por eso a veces, desde los altos tribunales, salen
vedetes a enseñar muslo y liga, como ahora contra la jueza Alaya, y en otras ocasiones
guardan un subterráneo silencio. Partidos piramidales, vaticanistas,
todopoderosos, que además tienen, para ir colocando influencia y favores, 17
miniestados con sus respectivas burocracias intencionadamente gigantescas, cada
una como para una China entera.
Aquellos
padres de nuestra Transición, que fue ingenua o posibilista y ahora incompleta
y fracasada, ya lo vieron. Pero estaban rodeados de cuchillos y susurros. Lo he
dicho otras veces: parte de la solución a esta crisis pasa por una reforma
metaideológica, estructural, de nuestra democracia. La que entonces no se pudo
hacer pero tampoco han descubierto ahora los mochileros. Nada ha acabado ni ha
comenzado, sólo vuelven la misma duda y la misma avidez. Esa entrevista tendría
que llover como alfileres sobre la España aturdida. Veríamos qué pocas cosas
nuevas nos quedan por gritar en las aceras.
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