Cambalache. Saquen sus pitos, sus cazos o sus catecismos. Da igual. El
sectarismo nos ha condenado a una educación ideologizada. La izquierda la
convirtió en un alegre tobogán porque cree que la igualdad significa que el
pueblo mate a Arquímedes una y otra vez como el bruto soldado romano. El tango Cambalache describía esta decadencia así:
“¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! Lo
mismo un burro que un gran profesor. No hay aplazaos
ni escalafón, los ignorantes nos han igualao”.
Y la derecha quizá no es ya la del regletazo de
monja, pero siempre nos termina metiendo su crucifijo, sus niños con los niños
y las niñas con las niñas, su miedo a lecturas peligrosas y a los besos de
gorrión de los escolares. Todo es un cambalache entre estas dos condenas.
Ahora, pitos contra botafumeiros. Que la progresía que se ha cargado la educación
pública diga que la defiende hace que su pancarteo parezca carnaval. No me
gustan ni Wert ni que en el Parlamento andaluz hablen del “miedo y sufrimiento”
que provocan los exámenes. Canal Sur, eso sí, lo ha tenido claro con esta
huelga. Primero, la unanimidad: varias veces en estos días dijeron “alumnos,
profesores y padres”, así, como si fueran todos. No se trata de las cansinas
guerras de cifras de siempre (20% del alumnado, 1’5% profesorado, dijo el Gobierno),
pero eso de eliminar completamente del discurso al disidente ya dice mucho.
Luego, el daño de la Ley: “Todo se resume en una palabra: recortes. Económicos,
de oportunidades y de poder de participación y decisión de los protagonistas de
la educación”, sintetizaba convenientemente Bárbara Ruiz (¡la autora de aquella
increíble pieza que ponía a caldo a la jueza Alaya!). El resumen es aún más
sencillo: unos por otros, la educación pública es una ruina. Aunque según Canal
Sur aquí éramos Finlandia hasta que llego Wert con su cara de curita.
Soldaditos
de plomo. Rocieritos con borriquillo, pequeños
romeros empujando carretas como pagodas de un dios de caramelo, desfile de
medallas y simpecados con alegre aire de fútbol alevín, a la altura exacta en
que la inocencia tiene su flaqueza. Nuestros niños ya no tienen indios como
húsares, ni bicicletas rojas como locomotoras lacadas, ni cuentos de piratas
pajareros o principitos que pinchan estrellas. Sólo tienen como juguete o
modelo los zapateos, las guitarras toneleras, las fogatas de lunares, los santos
con mazmorra, los dioses de botijo de sus padres, de su raza. Así saca a los
chiquillos Canal Sur, así se emociona Juan y Medio, con la jibarización de lo
andaluz, el suvenir viviente que es un niño flamenquito o costalero o torerito,
el tópico en muñequitos como esos monos con platillos. “La romería más menuda
de la televisión”, anunciaban. Y así los pusieron, a hacer de rocieros como
soldaditos de plomo, gritando vivas a la Blanca Paloma, igual que antes los
pusieron de nazarenos o feriantes o chistosos. Ya ni me quejo por el asunto laico,
en este Canal Sur que saca a la derechona con mantilla mientras ellos se la
ponen a niñas de guardería. Aquí hasta se hacen romerías escolares, durante esa
verbena alpinista de la Virgen de la Cabeza, y los progres que nos gobiernan no
han protestado. “La Junta dota de GPS a la Hermandad de Córdoba”, fue un titular
del informativo esta semana. No, me molesta más la manera en que van dibujando
el futuro de los andaluces, desde pequeñitos, conduciéndolos a su destino de
dar palmetazos sonrientes y cargar con la religión de cera a la que le pedirán
trabajo y suerte para su pena eterna. Así van asegurándose de que nunca
lleguemos a ser más que lo que siempre fuimos.
La
baraja. Lo destacaban en las noticias como si
fuera un mandoble, pero Griñán sólo dijo esto: “Tenemos un Gobierno que dialoga
con la sociedad. Mire: cuatro acuerdos políticos”. Y le sacó a Zoido su abanico
de pactos, pactitos y merendolas. Ya está. Eso es gobernar. Podría haber sacado
igual las cartas de la baraja de la Warner Bros. ¿Se acuerdan? Piolín, Bugs
Bunny… Como ejemplo de acción y eficacia de gobierno, daría igual. Y con esta
oposición, quizá no hace falta más.
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