La
papiroflexia es ese arte de convertir un papel en un andaluz feliz, un pobre
zurcido, un parado desparado, una economía de campanillas o lo que haga falta.
Ese arte que domina Griñán, al que uno ve ya levantarse como un maestro chino
de caligrafía que nos va a dibujar muy lentamente dos rayas y a decirnos a
nosotros, pequeños saltamontes, que ahí están una casa bajo el sol y el arco
iris. Zoido le pedía a Griñán objetivos cumplidos y el presidente le enumeraba
planes, teorizaciones, acuerdos y platonismos que no sabemos si han terminado
en la salvación o el desmayo del parado porque simplemente no lo dice o no lo
sabe. Todo se va en llevar y traer al atril ese puchero de los pobres que se
derrama entero por el camino. Pero a ellos les sobra con la intención. Ya Ruiz
Sillero (siempre un poco nerviosa y aturrullada, como con picor de todo lo que
quiere preguntar) le había solicitado antes al consejero Antonio Ávila resultados
de ese plan de choque del que aún no hemos oído el chasquido. Pero Ávila se fue
al pasado, a la crisis a la que Rajoy le añadió su barbería siniestra, y luego
al futuro, a “medidas de impulso” que siempre “van a”, pero que nunca “ya han”.
Uno diría que eso de la herencia recibida, la confianza en el futuro y la
bizquera con el ahora lo están usando igual aquí y en Madrid, en los dos
parlamentos guardados por leones de peluquería. Puede que esta derecha o centro
de rebequita y contadores sea mucho de los números (les salgan mejores o
peores) y la izquierda o semiizquierda siempre haya sido más del poema, pero a
veces sus pájaros volando se parecen.
Enfrentando
números con haikus, esa oposición a la oposición que hace el PSOE aquí les sale
muy fácil. No hay ni que contestar a las preguntas e interpelaciones: basta con
sacar a Rajoy, ese paraguazo. A Rajoy deberían dejarle allí una silla vacía o
un pimpampún que lo personifique. Según Ávila, “el empleo lo crean las
empresas” (¡oh!), y aunque su consejería tenga un nombre tan largo como ancho,
si el Gobierno no crea “un clima favorable”, parece que ellos pueden hacer
poco. ¿Para qué entonces tanto plan de choque y tanto pacto, si entre la crisis
mundial, la troika y las trompetas del Apocalipsis de Rajoy, todo está ya sentenciado?
Es más, ¿para qué un Gobierno autonómico con unas competencias que sólo usan
para darle nombre de marquesado a sus consejerías? A la consejera Aguayo le
preguntaron por “los intereses de demora” y eso parecía el título de la
película de todos los años de socialismo aquí. La economía “funciona con reglas
del Gobierno y de la UE”, dijo también Griñán. Yo creo que deberían dejar la
Junta en un kiosco. Total, para lo que le dejan hacer…
Y si no es
Rajoy, el PSOE recurre a la estrategia Tecnópolis. Otra vez habló Griñán de la
“industria aeroespacial” (cuando hace eso, dan ganas de mandarlo en un cohete).
Cohetes a una luna de queso o “economía sostenible” (¿recuerdan cómo Zapatero
soplaba ese molinillo?). Así se adornaba en preguntas del propio portavoz Álvarez
de la Chica, esas preguntas autoeróticas. Y si todo lo anterior falla, queda el
silogismo o simplemente la sordera. Algo así pasó con las preguntas sobre
Invercaria. Lo de FIVA fue “un proyecto fallido”, según Ávila. Es que es
capital riesgo. Y el capital riesgo es lo que tiene. Dar dinero sin control ni
garantías, tirarlo al aire para que caiga en un enchufado o en un baile de
majorettes: ahí está el riesgo. Aparte de que pillen a Laura Gómiz cantando
todo el Credo del funcionamiento real de la Junta y sus catacumbas. Y aunque
entre Invercaria y los ERE hagan un monumento al pósit del mangazo público,
Ávila insistía en que no había que “mimetizar” los dos asuntos. Para mímesis,
la de Griñán pasando de contestar a Zoido sobre si hay o no “caso” Invercaria. Se
emboscó en el europeísmo y sólo le faltó cantar la oda de Schiller. Muchas
veces se le oyó decir al PSOE que ellos colaboran con la Justicia... Sí que
tienen para colaborar, sí, cada vez más. A ver si le admiten como defensa la
papiroflexia.
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