15 de mayo de 2013

Ouroboros: Mis pequeños emigrantes (14/05/2013)


Se irán, con sus robots que pelean con tiburones, con su hambre de queso y madre, con sus lápices que hablan con los dedos, con sus cuentos como selvas dobladas por la mitad, con su curiosidad por las cosas caídas detrás de otras cosas, con su ternura rodando por el suelo. Ser ya emigrantes, tan pequeños, cargando con La Masa y con media magdalena en la mano; cambiar de continente y de idioma y que se lleven su risa y su llantina donde las tapa la nieve, donde no se ven sus piecitos. Se van mis sobrinos. Robertito tiene ocho años y una inteligencia que ya te desarma. Juan tiene cuatro y hay que perseguirlo siempre. Y se va mi hermana, María, que me quiere tanto que de chicos me protegía de los escobazos de mi madre aunque yo le pegara. Mi hermana, tan valiente que lo dejó todo por hacer una familia, por perseguir ahora con una cuchara a estos seres indescifrables que se esconden bajo las mesas y los misterios, tras las preguntas más grandes y los dedales más diminutos; eso que debe de ser amor, un tipo de amor que yo aún no conozco pero que a lo mejor voy sintiendo ahora que se van, tan lejos que parece que marchan a otro tiempo, como si embarcaran en el Mayflower. Quizá es que estamos de verdad en otro tiempo y hay que sobrevivir haciéndonos colonos, tramperos con hatillo, buscadores más de raíces que de oro en las montañas, lo que nunca creímos que volveríamos a ser.

Se van mis sobrinos, se va mi hermana. Mi cuñado Roberto ya los espera con trabajo y casa dignos, algo que aquí necesita cada día peleas en los periódicos y políticos fingiendo milagros para conseguir nada, sólo fracaso. No se van a Alemania a hacer la película del españolito, sino nada menos que a Canadá, donde nació Roberto. Canadá, que parece otro planeta, con árboles de altura extraterrestre, cimas de espejos y la distancia más grande que puede haber entre vidas, como entre soles. “Ya no es por nosotros, es por mis hijos”, dice mi hermana asumiendo que aquí no hay futuro, que no lo habrá, que han desahuciado a varias generaciones mientras los partidos se comían el país y el dinero se pudría en su máquina de hacer ricos y estafadores. Se irán cuando acabe el colegio y uno todavía piensa que es como si sólo fueran a dejar olvidados los babis o un sacapuntas, esa pena inconsolable que te daba de pequeño perder un sacapuntas. Pero no, se van lejos y no sé hasta cuándo. Al acercarse el momento, pensando en ellos me parece que voy desatando tristemente y uno a uno los globos de una fiesta que pasó, la fiesta de la que no me di cuenta, la de esos pequeñuelos en mis rodillas o las de sus abuelos, entre chocolate y dinosaurios. Y siento que viene algo que aún no he sentido jamás.

Se irán y dejarán cosas chupadas, cabezas arrancadas a muñecos, un kimono con colores de arco iris, un coche que vuela con un tigre encima, xilofones de payaso, caballitos descarrilados con los trenes, caritas como encaje contra mi barba, ese rastro suyo de ruedecitas y pisadas y migas, como de ratoncitos de la casa que te comían y te robaban el corazón. Yo apenas les leí algún cuento, les dibujé un Mazinger Z, les expliqué el ajedrez o un superhéroe o un planeta. Apenas los besé, tan arisco yo. No me gustaban los niños, o no los entendía. Seguramente siguen sin gustarme y sigo sin entenderlos. Pero dejan ese balancín descabalgado que se sigue moviendo en el pecho, esa casita de jugar que se te ha desinflado dentro como los castillos de goma en los que ellos saltaban igual que sobre mis hombros. “Papá está muy solito -dice Robertito-. Hay que irse corriendo antes de que el avión salga volando”. Volverá a reunirse la familia, pero quedaremos lejos los abuelos huérfanos y los tíos raros como yo. Se van mis sobrinos y mi hermana María, la de los rizos hermosos y el amor callado. Se van o me los quitan. Y yo apenas los besé. Pero los quiero.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantaría en estos momentos hacer uso de una inteligente verborrea para expresar mis sentimientos, pero no me sale, solo me salen lágrimas porque a mí tambien se me va una hermana, mi prima Mariquilla, a la que cuidamos esas largas temporadas desde que tenía 4 meses y de la que soy su orgullosa madrina. Y mis "bolondritos" que así les llamo, y a los que echarátanto de menos su prima María todos los días del próximo curso, aunque todavía no sea consciente gracias a Dios de la realidad. Ya lo dice el refranero "más vale tarde que nunca" ¡Bienvenido al mundo de titos, titas, sobrinos y sobrinas!

Anónimo dijo...

Varias veces he necesitado par poder terminar de leer esta publicación porque se me caen cada lágrima q no puedo seguir xq a mi hijo Antonio tb se le ha ido su mejor amigo Roberto,juntos en el cole desde tres años,juntos en clase de Judo q siempre iban a su bola y tantas veces q me decía Roberto "Mili me puedo ir a tu casa"y cada vez q podía me lo traia.
Y me da una pena cada vez q mi hijo me dice "mamá,cuando vuelva al cole,Roberto no va a estar.

ROXI SANLUCAR dijo...

La verdad es que la lagrima se sale al leer el articulo, mi hijo Dani, el amigo del alma de Roberto, me pregunta o mas bien cuenta ¿mami cuantos dias hace ya que se fue Roberto?, estara bien?
yo le digo que si, se que llegara el dia que deje de preguntar, pero quedaran los recuerdos de tantos momentos compartidos y las fotos, esas fotos que estoy mandando a Maria por mail. ¡Buena Suerte!Os hecharemos mucho de menos. Parece mentira que vi como Juan nacia y ya se hizo tan independiente, tal salao y como decia el ultimo dia "no me quiero ir de Sanlúcar", entre sollozos y mi Diana lo miraba con pena. Muchos besos. Y a ti Luis Miguel, ya te llegara el momento de tener uno pequeñuelos. Firmado una amiga.