Tienen
que ver la serie Black mirror, sobre
todo ese episodio en que un dibujo animado opta a ser primer ministro. Zapatero
afirmaba en pantuflas que cualquiera puede ser presidente y se confirmó en él
mismo y luego, para nuestra desgracia, también en Rajoy, especie de fantasma
escocés. Pero qué vamos a decir en Andalucía, donde tuvimos a Chaves. Los
mejores candidatos llevarán siempre a un mejor gobierno, piensa Will McAvoy, el
periodista ejemplar y cargante de The
newsroom. Elegir a los mejores... Pero a los candidatos nos los imponen los
aparatos, las majorettes de partido, los mantenidos que pían en el nido, la paz
de los clanes o un papa de la sigla que se muere en su silla o su orinal. Sí,
los mejores harían un mejor gobierno. Aunque estamos considerando que el
objetivo es gobernar, proporcionar a los ciudadanos el mayor grado de bienestar,
seguridad y libertad que sea posible. Es esa premisa, que damos por supuesta,
la que no se cumple en Andalucía. Por eso aquí no buscan a los mejores. Buscan
otra cosa.
Susana
Díaz va a llegar a presidenta sin más que rodar por la colina del partido como
una bola de nieve que ha ido acumulando dípticos municipales, micrófonos de
diferente altura, cojines parlamentarios y un rato de consejería mefistofélica.
Nos equivocamos al preguntarnos cuáles son sus méritos para llegar ahí, cuando
el mérito consiste precisamente en haber llegado. Subir en los castillos de la
partitocracia, llenos de mazmorras, comensales con daga y muertos en canal; aprender
cómo hacer que la máquina no se pare, que la colmena siga alimentada y a salvo.
Susana Díaz no ha sido elegida para gobernar, cosa que aquí nunca ha hecho
falta. La inercia, los prejuicios y los eslóganes simplones se encargan de
mantener un metabolismo político mínimo, algo que los andaluces no parecen
notar. Mientras, las verdaderas energías se enfocan en el partido.
Susana Díaz
ha sido elegida para eso. Para servir al partido desde la Junta. Si no, no se
entiende nada. Ella misma ha revelado la auténtica naturaleza de su misión, en
una torpeza sin duda fruto del engreimiento, al asegurar que fortalecerá la
cohesión del partido desde “las primeras decisiones” que tome como presidenta. Nada
nuevo eso de unir lo público con lo partidista, aunque dicho tan clarito choca.
Y significa que el gobierno de la renovación, por supuesto, no buscará la
excelencia ni sacarnos de la ciénaga, sino contentar cuotas y familias, esa
pitanza del poder que huele a lonja. La colección de memeces, infantilismos,
vacuidades, flipes y topicazos que ha esparcido Susana Díaz estas semanas ha
sido vergonzosa. Para mí, incompatible con presidir un gobierno. Susana Díaz
tendría poco futuro en cualquier sitio en que se exigiera a un gobernante ganas
y capacidad de gobernar. Sin embargo, ella sólo tendrá que gestionar lo público
para su partido y aventar propaganda y migajones al pueblo. Ha sido entrenada
para eso como una ninja. Puede que sí sea la mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario