Los
políticos perseguidos por pandorgas, por tiburones de plástico, por bicicletas
con helados… No sé si nos dejarán tranquilos en agosto, que es cuando uno se
hunde en la arena de su cuerpo y en los ojos mojados de la sombra. Hacia
septiembre corren presidentes en pelota, acosados por perros en llamas o
piragüistas asesinos; hacia septiembre pasa un barco alto y pesado como una
pirámide maya, igual que toda la política que avanza ahogándose; hacia
septiembre como hacia un río pasan caballos conquistadores de conchas o huidos
del desierto salvaje de nuestra pobreza, como quisiéramos huir todos. Ni
siquiera nos van a dejar flotar en agosto, con la mano en las lágrimas del
mundo y la boca en un racimo de la tarde. En cualquier momento se nos muere un
gobierno, se nos mata un farero, se nos come un pie el fango, se nos cae el
castillo de olas, se nos pierde un niño en la grieta que hay entre las algas y
las madres. Un sol de chapa, una carne de zumo, un agua fenicia, un horizonte
tensado como un arco, y lo mismo nada de eso dura. Igual los políticos lo
desmontan todo y se llevan agosto como un mapa doblado para volver a poner sus
funerales de coronel, su nieve en los ojos, su honor de cornudo, su dinero de muelas
arrancadas al pueblo, su armiño de estupidez sobre sus hombros y nuestras
cabezas. Podrían dejarnos en paz mirar a las muchachas juntas como signos del
zodiaco, a la naturaleza extender su melena mojada, al tiempo parado en una
gota o al sueño hilándose en el ventilador, como cantado por una doña. Un rato
de descanso, que ya ajustaremos cuentas luego.
El
sol teja las azoteas, los árboles han pellizcado la sombra, los gatos se han
hecho broches o llamadores como las lagartijas, las motillos suenan como buques
y los buques suenan como ballenas, el mar viene desde lejos con capa o te
arrastra de cerca como una anaconda, la oscuridad huele a cerezas, la noche
sabe a beso con arena y cocacola, las alacenas guardan relojes de harina, las
camas hacen sargazos para los amantes, en los bares esperan amigos y roqueros
con risa y sándalo, en la playa se derraman acuarios sobre los pechos de las
mujeres. Esto podría ser el descanso, sin ellos, sin los políticos. Pero
sabemos que están ahí, volcando agosto hacia sus fauces. En septiembre, con
olor a borriquillo mojado y a lluvia sobre esparto; quizá en septiembre
ajustaremos cuentas. Con los mentirosos y los canallas y los memos y los
ladrones. Ahora me gustaría descansar, que sólo queden el rumor del mar como de
nudos de agua deshaciéndose, la carne y la naturaleza adornando de islas la
mirada, las estrellas como grillos o los grillos como estrellas por la noche.
Pero sabemos que no es posible el descanso cuando los políticos tiran y llenan
y ensucian todo. Creo que agosto sólo me durará este artículo. Cielos de ala,
luz en gajos, agua peinándose, ojos de muchacha como constelaciones vertidas en
conchas… Los miraré un poco más, antes de que se los lleven con la marea la
realidad y los piratas.
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