Embudos,
pajas y vigas. No sé si Mariano Rajoy me recordó
más a Nixon o a Chaves, envarado de grave dignidad, declarándose recto y
honrado igual que si proclamara un dogma crístico, sin necesidad de explicar ni
rebatir. Rajoy y Chaves, los dos cantando a dúo aquello de la calumnia de El barbero de Sevilla, pidiendo un
juicio de Dios como en Lohengrin, apelando
a la palabrita del Niño Jesús, identificándose con el Estado o la Autonomía, y
hasta atacando a EL MUNDO. Al final, las piezas blancas o negras se enrocan
igual cuando no hay otra defensa. Y se nota que no hay otra defensa cuando se
enrocan así. Cómo explicar lo inexplicable, cómo excusar lo inexcusable... Demasiados
hechos no aclarados. A Rajoy le hicieron todas las preguntas que no podía
contestar, simplemente. En ese nivel de defensa lo que se pide es un acto de fe
y la gente no está para esas cosas de pastorcillos. Bueno, salvo en Andalucía,
donde la política siempre ha sido iglesia. La explicación de Rajoy “no se la
traga nadie”, decía Valderas en las noticias de Canal Sur. Las de Griñán y el PSOE
andaluz sobre la gigantesca chorizada de los ERE y el fondo de reptiles, sí parece que son más fáciles de tragar para ciertos
gañotes entrenados. Canal Sur sacaba al día siguiente de la comparecencia los
titulares del New York Times, al PSOE nacional pidiendo una comisión de
investigación y al de aquí exigiendo explicaciones a Arenas. Embudos, pajas y
vigas, así hacen la barraca de la política. Escandalizados por la financiación
ilegal de los papeles de Bárcenas y ciegos ante las mordidas de Mercasevilla o
las ayudas públicas a capricho para amigotes y churreros. Si eso de la
“credibilidad moral” que tanto se dicen unos a otros en las tribunas fuera realmente
exigible, nos quedaríamos con los ujieres, los barrenderos y a lo mejor dos o
tres ingenuos, melancólicos o despistados. Mal está la cosa. Que podamos pensar
en Rajoy y Chaves como ejemplo de vidas paralelas debe de ser sin duda un signo
del fin de los tiempos.
Las bodas de Fígaro. A Griñán le
gusta Verdi, que siempre compuso para organillo con mono, y aun así va de
melómano. Susana Díaz, musical y académicamente, creo que se acerca más a tuno
viejo, pero eso aquí no importa porque seguro que Barenboim le encuentra
enseguida la sensibilidad como le encontró a Chaves la altura política y humanista
de un gigante, recuerden. Es lírico que sea Barenboim quien le dé la entrada a
Susana Díaz en su presidencia de la Junta como a un fagot, porque eso ha sido su
reunión con el maestro, su debut como presidenta in péctore que Canal Sur nos
traía con fanfarrias. Barenboim en manga corta, sus músicos con el arco
deshilachado de la juventud y la inocencia, en una especie de balneario sinfónico
contra el mal y las guerras; y al lado el presidente de la Junta igual que un
mecenas genovés dejándose adular. Todo esto es un icono institucional veraniego
equivalente a aquel baño escurrido de Ana Obregón. Que en vez de Griñán esté
ahí Susana, preguntando por esos pitos retorcidos que diría Paco Gandía, mientras
Barenboim le hace la pelota y le explica que las guitarras gordas se llaman en
realidad contrabajos, es toda una coronación digna de aquella misa de Mozart. Barenboim
la hará sentir diva, o musa, como si hubiera inspirado el Concierto para violín de Berg, y así quedará ungida. Y ya para el
congreso en que tome el mando del PSOE andaluz, Barenboim le dejará saludos
arpegiados saliendo de una tarta, como a Griñán. Yo me he acordado de la
Susanna de Las bodas de Fígaro, una
buena lianta. “Oh Susanna, Susanna,
quanta pena mi costi”, se quejaba su
prometido. Me imagino a los andaluces en ese recitativo y la posterior aria, Aprite un po' quegli'
occhi, “Abrid un poco los ojos”. Susana ya ha
pasado por el fuego de los violines, ya es presidenta. “Che mai sarà?”, que se
suele cantar en los finales de acto. ¿Qué pasará? ¿Cómo terminará la historia?
“Vieni, cara Susanna, finiscimi l'istoria!”, le pedía la condesa. “È già
finita”, le contestaba Susanna. Sí, ya ha terminado. Casi antes de empezar.
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