20 de agosto de 2013

Somos Zapping: Arenas, espeto de verano (19/08/2013)


Fantasía en la Audiencia. Sospechosa fue la declaración de Arenas ante Ruz: no estaba nada moreno. O sea, que el no acordarse de cosas ni tener nada que ver con ellas es algo que, paradójicamente, necesita su preparación y quita mucho tiempo de ese agosto crujiente y velero que él solía tener. Arenas sufrió de amnesia, una enfermedad común en los políticos. Otras son la ceguera ante el espejo y el aumento de volumen torácico por corrupción ajena, o sea, sacar pecho con la suciedad de los otros a pesar de la propia. Arenas llegó a la Audiencia Nacional “entre pitos y abucheos”, contaba Canal Sur, que por supuesto abría el informativo con esa noticia, una fantasía casi lúbrica. Cuando Victoria Romero decía que “Luis Bárcenas reconoció en su día la contabilidad B del Partido Popular”, me imaginé algo parecido mencionando que “Francisco Javier Guerrero reconoció en su día la existencia de un fondo de reptiles”. Así, en el primer minuto del informativo, apuntalando su presunción de veracidad, que ya vendrían luego las matizaciones… Pero eso no encajaría en Canal Sur con la misma belleza que el ensartamiento de Arenas, espeto veraniego que aún espera la llama.


De repente, Zarrías. Paseíllo de Arenas y Cascos por la Audiencia Nacional, Rubalcaba pidiendo la dimisión de Rajoy, flases del presidente con sus negaciones evangélicas… Hasta ahí, todo previsible en el informativo de Canal Sur. Y, de repente… ¡Zarrías! El susto de Zarrías, la cara ya matasellada políticamente de Zarrías, defendiendo su relación con los hijos de Ruíz Mateos imputados por los ERE. “Intentar que esas inversiones generaran actividad económica y empleo, eso es lo que ha hecho Gaspar Zarrías -decía, en tercera persona loperística-, porque creía que era mi obligación. Y cuando alguien cumple con su obligación, no tiene la más mínima preocupación”. Y tanto que generaron actividad económica. Como para asar vacas con ella, por lo menos. Y asar vacas tampoco es para preocuparse. Ah, Zarrías… Siempre tendrá su hueco en La Nuestra, como un sevillanista acabado.


Momias con armiño. Qué calor da la copla en verano, como si los lunares fueran armiño. Da calor como los capillitas de agosto, con sus chaquetas y corbatas y chapados, con su banda de música en la solapa para las vírgenes fareras o cantareras de Andalucía, también folclóricas. Calor de refajo, calor de corva sudada, calor aumentado por la sensación aceitosa del refrito televisivo veraniego. Canal Sur tiene copla grabada no ya para un verano, sino para toda una glaciación. Copla con sus triunfitos, sus momias, sus cachorros, sus ataúdes como peinadores antiguos; copla de uno en uno, en dúos, en cuadrillas, en bandos, en troupe; copla con adultos, con niños, con adultos y niños; con muertos y sin muertos. A veces se unen en las repeticiones del verano, como muchos trapos por la cara, la copla, los fruncidos, los pasopalios y los entierros. Como lo de Menuda noche con Marifé de Triana, que volvieron a poner. Ese roce enfermizo de niños con viejos o cadáveres… Niños de ahora con Marifé de Triana… Me suena tan raro o tan inverosímil como niños de ahora con Gento. Salvo si tenemos el pasado como presente eterno, salvo si hemos asumido vivir en la ceniza. Tonadillera con niña y Virgen encendida en cera, como ofrenda a las diosas amarillentas de la copla. Y encima nos anunciaban, en la esquinita, la película Mensajero del futuro. Futuro aquí, donde todo es estatismo contemplativo y parecemos vivir una larga era egipcia con ídolos y ritos circulares e inmutables. Qué calor de copla, como de vendarse y enterrarse ahora junto a sus momias, con resignación de siervos.


Éxodo. Calor, también, el que pasan los andaluces para ser extras en la película de Ridley Scott, Exodus, ya casi una sección fija en el informativo. Por 80 euros al día, en nuestra deprimida tierra se funde uno al sol en una cola y se deja barba o nariz mosaica si es necesario. No le faltarán figurantes, seguro. Aquí ya venimos con el hambre y la rendición puestas. Esclavos de la historia o de nuestros fetiches, aún por liberarnos.

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