Fantasía en la Audiencia. Sospechosa fue la declaración de Arenas ante Ruz: no estaba nada moreno. O sea, que el no acordarse de cosas ni tener nada que ver con ellas es algo que, paradójicamente, necesita su preparación y quita mucho tiempo de ese agosto crujiente y velero que él solía tener. Arenas sufrió de amnesia, una enfermedad común en los políticos. Otras son la ceguera ante el espejo y el aumento de volumen torácico por corrupción ajena, o sea, sacar pecho con la suciedad de los otros a pesar de la propia. Arenas llegó a la Audiencia Nacional “entre pitos y abucheos”, contaba Canal Sur, que por supuesto abría el informativo con esa noticia, una fantasía casi lúbrica. Cuando Victoria Romero decía que “Luis Bárcenas reconoció en su día la contabilidad B del Partido Popular”, me imaginé algo parecido mencionando que “Francisco Javier Guerrero reconoció en su día la existencia de un fondo de reptiles”. Así, en el primer minuto del informativo, apuntalando su presunción de veracidad, que ya vendrían luego las matizaciones… Pero eso no encajaría en Canal Sur con la misma belleza que el ensartamiento de Arenas, espeto veraniego que aún espera la llama.
De
repente, Zarrías. Paseíllo de Arenas y Cascos por
la Audiencia Nacional, Rubalcaba pidiendo la dimisión de Rajoy, flases del
presidente con sus negaciones evangélicas… Hasta ahí, todo previsible en el
informativo de Canal Sur. Y, de repente… ¡Zarrías! El susto de Zarrías, la cara
ya matasellada políticamente de Zarrías, defendiendo su relación con los hijos
de Ruíz Mateos imputados por los ERE. “Intentar que esas inversiones generaran
actividad económica y empleo, eso es lo que ha hecho Gaspar Zarrías -decía, en
tercera persona loperística-, porque creía que era mi obligación. Y cuando
alguien cumple con su obligación, no tiene la más mínima preocupación”. Y tanto
que generaron actividad económica. Como para asar vacas con ella, por lo menos.
Y asar vacas tampoco es para preocuparse. Ah, Zarrías… Siempre tendrá su hueco
en La Nuestra, como un sevillanista acabado.
Momias
con armiño. Qué calor da la copla en verano, como
si los lunares fueran armiño. Da calor como los capillitas de agosto, con sus
chaquetas y corbatas y chapados, con su banda de música en la solapa para las
vírgenes fareras o cantareras de Andalucía, también folclóricas. Calor de
refajo, calor de corva sudada, calor aumentado por la sensación aceitosa del
refrito televisivo veraniego. Canal Sur tiene copla grabada no ya para un verano,
sino para toda una glaciación. Copla con sus triunfitos, sus momias, sus cachorros,
sus ataúdes como peinadores antiguos; copla de uno en uno, en dúos, en
cuadrillas, en bandos, en troupe; copla con adultos, con niños, con adultos y
niños; con muertos y sin muertos. A veces se unen en las repeticiones del
verano, como muchos trapos por la cara, la copla, los fruncidos, los pasopalios
y los entierros. Como lo de Menuda noche
con Marifé de Triana, que volvieron a poner. Ese roce enfermizo de niños con
viejos o cadáveres… Niños de ahora con Marifé de Triana… Me suena tan raro o
tan inverosímil como niños de ahora con Gento. Salvo si tenemos el pasado como
presente eterno, salvo si hemos asumido vivir en la ceniza. Tonadillera con
niña y Virgen encendida en cera, como ofrenda a las diosas amarillentas de la
copla. Y encima nos anunciaban, en la esquinita, la película Mensajero del futuro. Futuro aquí, donde
todo es estatismo contemplativo y parecemos vivir una larga era egipcia con
ídolos y ritos circulares e inmutables. Qué calor de copla, como de vendarse y
enterrarse ahora junto a sus momias, con resignación de siervos.
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