El PSOE, con sus cuatro letras en ramo, flores secas o cogollos de socialdemocracia, ha pasado en España por un purgatorio o una cura lavativa, cosa que no ha sucedido en Andalucía, y ahí está toda la diferencia. Andalucía es una isla en el PSOE. Me lo dice un amigo socialista, uno que no es forofo de la marca, sino que aún sabe conjugar sus principios con el espíritu crítico. Andalucía es una isla, Zapatero no ha pasado de Despeñaperros, hay pactos para que no se salten ciertas verjas y no se cambien los capataces ni de zamarra. Mientras el PSOE nacional vomitaba sus demonios, se descontaminaba como tras una catástrofe nuclear, se inventaba lo del talante, promocionaba a jóvenes empollones, encontraba dentro de un tronco a una virgen zen para el pueblo, el PSOE andaluz iba acumulando barreduras, un poder de oro sucio, viejos políticos como inviernos sobre inviernos, la política como la misma dentadura en el vaso de la mesilla. No sé si a Zapatero, durmiendo en ese reino de escopeteros y hadas acuáticas de Doñana, se le habrán aparecido delfines atlantes y habrá reflexionado sobre esta Andalucía donde su proyecto está lastrado, escorado, como si fuera la pata de palo del partido. Ganan por inercia, pero Chaves saca 164.000 votos menos que el pequeño Buda y en tanto hartazgo y parálisis no hay sitio para lo nuevo, que es de lo que come la política. Chaves ha zanjado rápido ese debate sucesorio que seguramente sólo fue un lapsus. Ya se ha postulado como candidato para 2012, aunque me cuentan que en es probable que en el próximo congreso regional se vaya desprendiendo de algunos collares. Pero cambiar la secretaría general por la presidencia apenas sería nada, sólo como si la edad le hiciera mudarse a una alcoba más cerca del baño. Esas cuatro letras han cambiado mucho. En Andalucía, donde vive todo lo eterno, no ha servido de nada.
27 de marzo de 2008
Los días persiguiéndose: Las cuatro letras (27/03/2008)
Hace tiempo que los malvados comentan que esas cuatro letras que dijo Alfonso Guerra se han ido cayendo como camisas en el viejo tendedero de España, esta España pasada por tantas manos y capachos, tan venteada y tan sudada de historia. El PSOE, ya ni socialista, ni obrero, ni tampoco español según la derecha que estudió en sus mapas de cartón, se habría quedado sólo en Partido, y eso que aquí el Partido sin apellidos fue siempre el Partido Comunista, del que solamente persisten sus herraduras enterradas. El PSOE nació como movimiento obrero en nuestra tardía revolución industrial, tuvo pandillas de todo pelaje en la Segunda República, durmió más que otros (se quejan los luchadores) durante el franquismo, fue marxista hasta 1979, hizo acomodo (para algunos, traición) en la Constitución de 1978, venció contemplando el ahorcamiento de Suárez, dijo que a España no la iba a conocer “ni la madre que la parió”, nos metió en la OTAN, en la Comunidad Europea, vinieron aquellos ricos de Solchaga, el golpe de cojones de Rumasa, y ya luego la corrupción, los cafelitos, los fondos reservados, los GAL, el hundimiento, el martirologio de Borell, los ojos bolsones de Almunia, el barbecho y, de manera casi milenarista, el advenimiento Zapatero. Tiempo suficiente para que se le caigan letras y para dar muchas veces la vuelta a los abrigos, en busca de una socialdemocracia moderna y europea que no sabemos si ha llegado con ZP, el de la linda mirada, el político con sitar, como un gurú de los Beatles, el que ha hipnotizado con crótalos a los rojiverdes, a las minorías, a los nacionalistas, a los jóvenes y a los poetas de la libertad y el cubata.
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