
El PSOE, con sus cuatro letras en ramo, flores secas o cogollos de socialdemocracia, ha pasado en España por un purgatorio o una cura lavativa, cosa que no ha sucedido en Andalucía, y ahí está toda la diferencia. Andalucía es una isla en el PSOE. Me lo dice un amigo socialista, uno que no es forofo de la marca, sino que aún sabe conjugar sus principios con el espíritu crítico. Andalucía es una isla, Zapatero no ha pasado de Despeñaperros, hay pactos para que no se salten ciertas verjas y no se cambien los capataces ni de zamarra. Mientras el PSOE nacional vomitaba sus demonios, se descontaminaba como tras una catástrofe nuclear, se inventaba lo del talante, promocionaba a jóvenes empollones, encontraba dentro de un tronco a una virgen zen para el pueblo, el PSOE andaluz iba acumulando barreduras, un poder de oro sucio, viejos políticos como inviernos sobre inviernos, la política como la misma dentadura en el vaso de la mesilla. No sé si a Zapatero, durmiendo en ese reino de escopeteros y hadas acuáticas de Doñana, se le habrán aparecido delfines atlantes y habrá reflexionado sobre esta Andalucía donde su proyecto está lastrado, escorado, como si fuera la pata de palo del partido. Ganan por inercia, pero Chaves saca 164.000 votos menos que el pequeño Buda y en tanto hartazgo y parálisis no hay sitio para lo nuevo, que es de lo que come la política. Chaves ha zanjado rápido ese debate sucesorio que seguramente sólo fue un lapsus. Ya se ha postulado como candidato para 2012, aunque me cuentan que en es probable que en el próximo congreso regional se vaya desprendiendo de algunos collares. Pero cambiar la secretaría general por la presidencia apenas sería nada, sólo como si la edad le hiciera mudarse a una alcoba más cerca del baño. Esas cuatro letras han cambiado mucho. En Andalucía, donde vive todo lo eterno, no ha servido de nada.
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