16 de marzo de 2008

Somos Zapping 16/03/2008

Locos por el fútbol. Me gustaba el fútbol, pero Zidane se fue, Ronaldo se hizo bollería y Raúl sólo tropieza. Para qué hablar de los ídolos de mi juventud, aquella selección brasileña de los 80, formada como por filósofos o aqueos. Me gustaba el fútbol, quizá aún me gusta, cuando las piernas son compases dibujando sobre la hierba, cuando en el campo hay arquitectos que mueven triángulos con música. Pero lo he ido aborreciendo. El fútbol se ha convertido en la capilla de los fanáticos, en la religión de los tenderos, en la freiduría de los domingos, en chovinismo de plazoleta y en feudo de proxenetas y gurús. Unas hordas infantiloides, una plebe embrutecida proyecta sus esperanzas y frustraciones cada fin de semana en un deporte que quiso ser arte y ya es matanza de barbería, taberna de pendencieros, meadero de borrachos. A toda esta épica zafia, a toda esta renuncia del mundo por una gallera, a todo este pueblo rezando a unos pies, alimentado de bajas pulsiones, constreñido a la secta de su equipo, es a lo que Canal Sur le rinde ahora homenaje. El programa se llama Locos por el fútbol y es la última glorificación de la simplicidad y la vulgaridad de la masa en la que se enfoca la televisión pública andaluza. Es una constante en Canal Sur, esa exaltación del pueblo que abdica de todo lo verdaderamente importante para empequeñecerse en su circo, su folclore y su necio orgullo de barrio. No podían dejar de hacerlo tampoco con la santería del fútbol, y ahora quieren transmitirnos la simpatía hacia el fanatismo, la supuesta ternura de unos locos o de unos idiotas ciegos por las banderas de colores, que mueren por un penalty, que nacen con un gol. El programa acompaña a un hincha del Poli Ejido que no se pierde un partido (más de 8.000 euros le cuesta al año), que se traga madrugadas de autobús como si verdaderamente peregrinara por su alma, y lo veo sufrir y gozar de una manera hiperbólica y enfermiza por algo que en realidad no significa nada. Luego muestran a una abuela que ha hecho una catedral sevillista en su casa, que habla de los jugadores como de santos, que parece una pitonisa mecida por sus espíritus, entre la devoción y la demencia. Forofos, frikis, exaltados, idólatras, niños que crecen en la religión fondona de sus padres: rebaño. Nos los retratan como símbolos o mártires de una fe hermosa y digna. Pero son el pueblo conducido hacia la estupidez, satisfechos de su estupidez, y condecorados por la televisión autonómica que, como tentáculo del poder que es, sabe que todo eso los hace más ignorantes, inofensivos, manejables, convenientes. “Es el momento de apuntarse a la locura”, dicen en el programa. Pero ver al pueblo ebrio de fútbol, enamorado de sus escudos, adorando tendederos sudados, a mí lo que me parece es un bochornoso fracaso.


Televisión franquista. Sumemos el fútbol convertido en gloria patria, las corridas de toros, los certámenes de rejoneo igual que algo de Lladró y ese bodrio de Se llama copla con sus planchadoras cantantes y sus tonadilleras con altar, y nos daremos cuenta de que Canal Sur forma una televisión como franquista. Sí, la progresía andaluza manejando la televisión pública lo que da, paradójicamente, es un franquismo populachero, rancio, folclórico, etnocentrista, santurrón. Es cierto que Se llama copla terminó por fin entre llantos o bodas gitanas, pero no sé si es peor lo que nos queda ahora en la tarde noche, otra vez María del Monte, a la que veo con más sevillanas de silla de enea junto a Las Carlotas, a las que casi prefiero ver cantar (cantan como fregando) que hablar (hablan como vendiendo bragas). El caso es que cambian los programas, pero se mantiene esa temperatura antigua, pestosa, como de una vieja y cerrada mercería de todos nuestros tópicos y caricaturas. Y aún nos queda la Semana Santa... El viernes, el informativo nos ofrecía, como una gracia, a chiquillos jugando a los capillitas; y luego, Andalucía Directo nos mostraba vía crucis, colas para una Virgen, dulces con forma de pasopalio y hasta un tipo que tiene que ir con un capuchón en la cabeza porque por lo visto un Cristo lo ha indultado. Sí, esa vetustez, como si aún fuéramos una plaza con garrote vil. Somos así, o quizá no, sólo es esta televisión nuestra, castiza, agusanada, arcaica, tridentina y, sí, estéticamente franquista.

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