30 de marzo de 2008

Somos Zapping 30/03/2008

El monstruo. Hay fascinación en los monstruos. Son la manifestación alegórica del mal que queremos exorcizar en nosotros y, a la vez, de la oscura seducción que ese mismo mal puede ejercer. Matando al monstruo acallamos nuestro propio mal, matamos nuestro lado perverso, es un sacrificio ritual por el que la comunidad entera se purifica y se redime. Apolo matando a Pitón, Teseo y el Minotauro, San Jorge y el Dragón... Pienso todo esto viendo, de nuevo, las imágenes de ese Santiago del Valle, monstruo, loco, enfermo, estúpido, asesino despreciable en todo caso. En televisión, un monstruo es un filón. Saben que la gente necesita sentir ese asco y ese odio que les limpia, que les salva. Es más que justicia o venganza, es todo un ejercicio de expiación colectiva. Y Canal Sur, que además sabe que eso distrae de otros problemas, se ha regodeado en ello hasta la repugnancia. Ya nos retransmitieron la batida en busca del cuerpo de la joven Amy, esperando ofrecer un desenterramiento. Esta vez, lo que esperaban ver era un linchamiento, el pueblo con antorchas acorralando al monstruo. Lo vimos en el programa de María del Monte, que aparcó su yincana de viejitos para gustarse manejando el morbo como pringosos ovillos en su tarde. Ante los juzgados de Huelva, había nudos de horca preparándose como para un cuatrero y la reportera decía “éste es el ambiente que estamos viviendo”, igual que si fuera un partido de fútbol. María del Monte y luego Andalucía directo, exprimiendo la repulsión, regurgitando una y otra vez la misma náusea, horas y horas de televisión recreándose en cada detalle truculento, como un pajarraco que picotea despacio una víscera. El monstruo, describir al monstruo, explicar al monstruo, mostrarlo en su cueva y luego exhibirlo en una red, cazado por cerbatanas. Yo también siento asco, aunque no odio. Asco de tipos así que nuestro sistema (bien se ha demostrado en este caso) no sabe controlar, y asco del usufructo que la tragedia, el desgarro y la tripería de estos sucesos reporta a la televisión. La tarde de Canal Sur era una máquina de picar carne con lágrimas que daba monedas. El monstruo sólo era una excusa.


Teoría del fútbol. Alguien dijo que el deporte funciona como sustituto de la guerra, es la guerra constreñida en unas reglas de ajedrez. Pero llega un momento en que nuestro cerebro reptiliano, sobre todo si es convenientemente azuzado, salta estas ingenuas barreras civilizatorias. El mono desnudo puede ser fácilmente despertado hasta que sólo vuelve a haber defensa del territorio, hostilidad ante el Otro (primordial mecanismo de defensa) y muelles que nos impulsan desde la frustración a la agresión. La violencia está ahí, tan nuestra como pueda serlo la glucólisis en las células. Pero luego están la capa racional y la capa cultural, que en algunos casos frenan la violencia pero en otras la justifican (así lo hacen todos los fanatismos). Lo que ocurre en el fútbol es que ese hombre reptiliano que nos habita es ayudado o animado por toda una cultura de tribu y enemiguismo fomentada por el gran negocio que lo sostiene. En un corto espacio de tiempo, hemos asistido aquí a dos penosos sucesos de violencia en el fútbol, muy difundidos en todas las televisiones: la agresión al portero del Athletic de Bilbao en el campo del Betis y la paliza de unos hooligans sevillistas a otro aficionado del Atlético de Madrid (“para que te acuerdes de nosotros, so cabrón”, se oía en el vídeo). Ante la sanción al Betis, hemos tenido que escuchar protestas y curiosas interpretaciones, como una que pude leer en la web de Canal Sur quejándose de que la sanción castigaba “la puntería”. Pero a mí me parece bien que se castigue al club, y con dureza. Son las actitudes tan a menudo engreídas y rufianescas de personajes como Lopera o Del Nido las que alimentan todo este odio. La violencia en el fútbol forma parte de su negocio, engorda su negocio. Así pues, son los que ganan con ese negocio los responsables y los que tienen que pagar las consecuencias si no logran controlarla. El fútbol es otra guerra con sangre y dinero. O en eso lo han convertido estos chulánganos malmetedores, infantiloides, tontitribales y zafios.

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